A pesar de las promesas de reducción de emisiones de todos los países, las empresas con origen en el norte global siguen buscando combustibles fósiles en los países del sur. En el delta del Okavango las reservas de petróleo podrían ser enormes, y los impactos sobre la biodiversidad y las poblaciones, “catastróficos”.
En el norte de Botsuana, junto a la frontera con Namibia y Angola, se encuentra uno de los lugares de mayor biodiversidad del mundo. Se trata del Delta del Okavango, designado Patrimonio de la Humanidad desde 2014 por la Unesco, un ecosistema único en el mundo en el que se encuentran tanto grandes mamíferos como pequeñas especies que sólo viven en esta zona. Un lugar refugio para muchos animales donde se dan cita especies únicas como el perro salvaje, la mayor reserva de elefantes del mundo, más de 400 tipos de aves o los llamados leones nadadores -así conocidos porque han sabido adaptarse al medio acuático para sobrevivir a las habituales crecidas del delta.
Muy cerca de la zona, a escasos kilómetros pero ya en Namibia, la compañía canadiense Reconnaissance Energy (Recon Africa) ha comenzado las labores de prospección de lo que se estima que pueden ser unas inmensas reservas de petróleo y gas, tan grandes como las de la Cuenca Pérmica de Texas, según la propia compañía, que podrían situar a Namibia y Angola entre los diez principales países exportadores del mundo. Recon Africa posee en Namibia una licencia de explotación sobre una superficie de unos 25.000 kilómetros cuadrados -la licencia se otorgó en 2015 a otra compañía y recientemente ha sido adquirida por la canadiense-, que se suma a otra área de explotación situada al noreste de Botsuana que ocupa otros 8,990 kilómetros cuadrados de terreno.
Mapa de las licencias de explotación para la búsqueda de petróleo y gas en la zona fronteriza entre Namibia y Botswana. Fuente: Recon Africa.
Las perforaciones comenzaron en enero de este año y muchos de los habitantes de la zona, en la que residen unas 20.000 personas, se quejan de no haber sido consultados, ni tan siquiera informados, del comienzo de las mismas. Así lo cuentan varias familias en un artículo publicado por Yale Environment 360 y en testimonios recogidos por algunos reportajes, como este de Sky News en el que se puede ver la proximidad de los pozos de prospección con las casas de algunos habitantes (a partir del minuto 2:00). Además, numerosos activistas medioambientales han alzado la voz contra lo que podría suponer una importante destrucción de la biodiversidad y el hábitat de la zona. Es el caso de los jóvenes de Fridays for Future (FFF) que, desde su delegación en Windhoek, la capital namibia, lanzaron un comunicado señalando la incongruencia tanto de Namibia y Botsuana como, especialmente, de la propia Canadá, teóricamente a la vanguardia en la lucha contra el cambio climático. “La explotación podría ser una catástrofe, no solo para el clima global, sino también para la vida salvaje, los recursos acuíferos y las formas de vida de las poblaciones locales”, explicó Ina-Maria Shikongo, una de las activistas de FFF, recordando lo sucedido durante décadas en lugares como el Delta del Níger.
Tal y como señala Shikongo, las excavaciones pueden tener un impacto brutal sobre las reservas de agua. En primer lugar, porque se trata de una región seca en la que el Río Okavango constituye la principal fuente de agua a lo largo de los más de 1.700 kilómetros por los que discurre, atravesando áreas de escasa humedad para terminar desembocando no en el océano, sino en el Desierto del Kalahari. En este sentido, dos son las principales preocupaciones: la contaminación de las fuentes de agua subterránea por el impacto de los pozos de prospección y la sospecha de que la compañía podría recurrir a técnicas de fracking (fracturación hidráulica), que precisan del uso de una enorme cantidad de agua y son fuente de polución, tal y como alertaba un informe de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos en 2016. La sospecha proviene de varios comunicados de la empresa, en los que habla del uso de “técnicas no convencionales”, un eufemismo habitualmente usado para referirse al fracking.
Además, el lugar es habitado por numerosos miembros del pueblo San, indígenas que viven principalmente de la pesca y la agricultura y cuyas formas de vida, especialmente protegidas por la Declaración de Naciones Unidas sobre los Pueblos Indígenas, podrían verse irreversiblemente alteradas por las explotaciones. Al mismo tiempo, el Delta del Okavango se ha convertido en un núcleo de turismo a pequeña escala que es, también, una importante fuente de ingresos para las poblaciones locales y que podría verse seriamente afectado por las prospecciones. En el año 2019, la empresa llevó a cabo el obligatorio Estudio de Impacto Ambiental, que fue extensamente criticado por algunos expertos, tal y como señalaban en National Geographic, y en marzo de 2021 ha comenzado una segunda fase de consultas, que para muchos no está teniendo el alcance suficiente. Cabe señalar que no todos los habitantes de la zona se oponen a las exploraciones, pues hay quien espera que el proyecto se traduzca en beneficios para sus pueblos en una región en la que el desempleo afecta al 50% de la población. Sin embargo, casi todos los habitantes se han mostrado sorprendidos por la falta de información, tal y como explicaba Maxi Pia Louis, director de NACSO, red de organizaciones y comunidades encargadas de la gestión y conservación de recursos naturales en Namibia: “Han sentido que no han sido implicados; se enteraron por la radio o las redes sociales”.
En una carta hecha pública en noviembre de 2020 por Chris Brown, director de la organización Namibiam Chamber of Environment, se añadía a todas las preocupaciones mencionadas (escasez de agua, posible contaminación e impactos sobre la población y la biodiversidad) un último asunto relacionado específicamente con el marco global en el que surge esta nueva carrera hacia lo que algunos medios han llamado la frontera final de la explotación de petróleo. ¿Qué sentido tiene, en un mundo en el que todos los países se han marcado una agenda de reducción de emisiones de CO2, continuar buscando combustibles fósiles en lugar de enfocarse en el uso de energías renovables? En la misma línea se expresaba muy gráficamente la joven Ina-Maria Shikong, en unas declaraciones recogidas por EFE, “las promesas sobre regulaciones climáticas en el norte global suenan vacías cuando todo lo que tienen que hacer las empresas afectadas por ellas es encontrar un país en algún lugar que necesite un impulso financiero y con gran potencial de explotación”. Un caso paradigmático es el de Canadá, que al mismo tiempo que anuncia numerosos planes para luchar contra el cambio climático es el país del que son originarias numerosas empresas dedicadas a la explotación y búsqueda de nuevos combustibles fósiles. Del mismo modo, los activistas de FFF apuntaban también hacia los responsables locales, recordándoles que África será el continente más afectado por el cambio climático y que, precisamente por ello, es el momento de mirar a largo plazo, “dejar el petróleo en el subsuelo y atraer inversión hacia las energías renovables”. De momento, sin embargo, Namibia no parece dispuesta a cambiar el rumbo y su presidente, Hage Geingob, se ha manifestado a favor de las prospecciones a pesar de los riesgos e impactos que conllevan.
Fotografía de portada: Justin Hall