Entre enero y junio de 2018, Rusia logró hacerse protagonista de una de las crisis mas olvidadas del continente, la de la República Centroafricana, gracias a una combinación de oportunismo político y diplomacia sin escrúpulos.
En 2018, los vendedores ambulantes que llenan las carreteras de Bangui, la capital de la República Centroafricana (RCA en adelante), han añadido una nueva bandera a su oferta para sus clientes mas patrióticos. Al lado de la insignia nacional y de la francesa – la antigua potencia colonial que todavía marca, para bien o para mal, la suerte del país –, ha aparecido la bandera rusa. En pocos meses, los acontecimientos más importantes de la ciudad han empezado a ser interpretados por la presencia o ausencia de Rusia. ¿Cómo ha sido posible tener tanta influencia en tan poco tiempo?
Como el presidente Faustin Archange Touadera no se cansa de repetir, la colaboración entre Rusia y RCA no es nueva. Durante la Guerra Fría, las élites políticas de Bangui sacaban partido de la cooperación francesa en el país, quedándose prudentemente bajo la esfera de influencia de París, pero tampoco declinaban las ofertas de Moscú. Ya en los años 70, jóvenes centroafricanos se formaban en las universidades rusas, dentro del marco de los programas de solidaridad entre las dos naciones “hermanas”. Desde el colapso de la Unión Soviética, sin embargo, Rusia desapareció del mapa hasta que, en 2018, su nueva política exterior en África empezó a alarmar a las potencias occidentales. En esta nueva fase, lo que pasó en RCA entra de lleno en los manuales de política internacional contemporánea.
A finales de 2017, dando prueba de un gran oportunismo político, Rusia aprovechó el vacío diplomático que se estaba creando en RCA. En ese momento, Naciones Unidas y la Unión Europea empezaban a dudar del apoyo incondicional dado al presidente Touadera y a pedir explicaciones sobre la perpetuación de la violencia y las malas prácticas del gobierno. Por su parte, Francia mantenía un perfil bajo que había decidido asumir después de las elecciones de 2016, poniendo fin a la operación militar que llevaba en el país (Operación Sangaris). El cansancio por una crisis que parecía perpetuarse a pesar de las intervenciones internacionales empezaba, por lo tanto, a notarse entre los socios tradicionales de RCA, por lo que los líderes centroafricanos fueron a buscar nuevos aliados.
En octubre de 2017, Touadera y su entonces jefe de gabinete (y actual primer ministro), Firmin Ngrebada, pasaron unos días en Sotchi, a orillas del Mar Negro, para construir los primeros contactos con los emisarios del Kremlin. Pocas semanas después, cuando el presidente centroafricano se dirigió al Quai d’Orsay a pedir armamento para la formación de las renovadas Fuerzas Armadas Centroafricanas (FACA), los diplomáticos franceses no quisieron involucrarse y le sugirieron llamar a la puerta del Kremlin. En aquel momento, Rusia parecía la respuesta a todos los males del país: Touadera llevaba un año pidiendo ayuda para el despliegue del ejército contra los rebeldes y los nuevos aliados daban la impresión de apoyarlo sin condiciones.
Desde diciembre 2017, Rusia prosiguió su incursión a través de dos canales paralelos, el de Naciones Unidas y el de la presidencia centroafricana. Por un lado, en Nueva York, la delegación rusa pidió una excepción al embargo de armas que el Consejo de Seguridad había impuesto en 2013, ofreciendo donar armas y municiones a las FACA y enviar instructores para formarlas y acompañarlas una vez desplegadas por el territorio. Por otra parte, en Bangui, los emisarios del Kremlin, guiados por Valery Zakarov, un antiguo oficial de la inteligencia rusa, continuaron las negociaciones sobre un acuerdo de defensa entre los dos países y empezaron una mediación directa entre el gobierno centroafricano y los grupos armados, a látere de la iniciativa de paz oficial de la Unión Africana.
El impacto de estas iniciativas fue enorme y completamente infravalorado por la diplomacia occidental. Durante el primer semestre de 2018, la delegación rusa consiguió una influencia sin precedentes en la política centroafricana: Zakarov fue nombrado consejero de la presidencia, mientras militares rusos empezaron a comparecer al lado de los cascos azules ruandeses, encargados de la seguridad de Touadera. Al mismo tiempo, la primera entrega de armas y municiones llegó a Bangui y las instalaciones del antiguo palacio del emperador Bokassa se transformaron en base militar para la formación de las FACA.
Fuera de la capital, los centroafricanos se acostumbraron pronto a ver ciudadanos rusos en áreas remotas del país donde ni las autoridades nacionales solían llegar. En Paoua (noroeste) y Bangassou (sureste), instructores rusos acompañaron el despliegue de los nuevos batallones del ejército. En Kabo (norte) y Bria (este), aviones Antonov llevaron en varias ocasiones los emisarios de Moscú a negociar con los rebeldes de la Seleka. En Birao y Ndéle (norte-este), camiones rusos, procedentes de Sudán, entraron en territorio centroafricano supuestamente cargados de material humanitario. La estimación es, sin duda, exagerada, pero el impacto fue tal que la prensa en Bangui habló de más de mil ciudadanos rusos en el país.
A la presencia militar no tardó en añadirse una potente ofensiva mediática. La prensa centroafricana, ya propensa a la manipulación, empezó a difundir no sólo noticias sobre las bondades de la cooperación entre Rusia y RCA, sino también mensajes de propaganda antifrancesa. Mientras una nueva emisora, Radio Lengo Songo, difundía música y clases de ruso, violentos panfletos contra Francia y fake news aparecían en los periódicos, en las radios y en muchos perfiles de la red Facebook de personas u organizaciones difícilmente identificables.
Si bien algunos medios fueron utilizados como herramienta de propaganda, otros fueron silenciados: es el caso de tres periodistas rusos, brutalmente asesinados en julio de 2018, a pocas horas de la capital en coche y en una zona controlada por el gobierno centroafricano. Los reporteros estaban investigando las relaciones entre el Kremlin y Wagner, una empresa rusa de seguridad recién llegada a RCA, aunque ya activa en Siria. Ninguna investigación oficial fue llevada a cabo y las autoridades nacionales se limitaron a acusar genéricamente del asesinato a hombres armados no identificados. Sin embargo, unas investigaciones periodísticas independientes arrojaron luz sobre la que reunía todas las características de ser una emboscada.
Mientras tanto, en la cámara de comercio de Bangui se registraron dos nuevas empresas: Lobaye Invest y Sewa Security Service. Controladas por un oligarca cercano a Vladimir Putin – Yevgeny Prigozhin –, ambas entidades tienen unos estatutos en los que incluyen actividades muy variadas, desde la ayuda humanitaria hasta la explotación minera, por la cual recibieron una autorización oficial. A pesar de los rumores, las obras de explotación todavía no han empezado y no parece probable que los líderes de la Seleka estén dispuestos a ceder el control de la extracción artesanal de oro y diamantes. Sin embargo, la presencia y las actividades de las dos empresas siguen siendo, como mínimo, ambiguas.
Si ampliar su esfera de influencia a un país tradicionalmente bajo protección francesa y crear un puente estratégico hacia África Occidental parece, por lo tanto, haber sido su objetivo a corto plazo, ¿cuál es la estrategia a largo plazo de Rusia en RCA? Al final de su primer año en el país, Moscú logró dos resultados importantes que otras potencias llevaban años intentando conseguir. En primer lugar, Rusia y RCA firmaron un acuerdo bilateral de defensa en agosto de 2018, cuyas condiciones permanecen bastante opacas, a pesar de que una versión del documento fue presentada a la Asamblea Nacional centroafricana para su aprobación.
Además, Rusia fue el impulsor decisivo para el acuerdo de paz firmado entre gobierno y grupos armados en Khartoum (Sudán) en febrero de 2019. Aunque Naciones Unidas y la Unión Africana retomaron el control de las negociaciones a finales del año pasado, ningún acuerdo hubiera sido posible sin la intermediación rusa. Superando una fuerte desconfianza inicial, las delegaciones de Moscú lograron llevar a la mesa de dialogo los lideres de la Seleka, prometiéndole una cogestión del territorio centroafricano y oficializando en el acuerdo el control que el grupo armado llevaba, de facto, desde 2014. De esta manera, la Seleka no solo ha podido seguir con la depredación del territorio y la creación de un estado paralelo, sino también asegurarse recursos para potenciar su arsenal y hacer frente al despliegue de las FACA en sus zonas, sobre todo a la luz del recién alivio del embargo.
Hoy en día, los socios tradicionales de la RCA se han visto protagonizando de nuevo un papel fundamental – en cuanto patrocinadores de la implementación del acuerdo, así como sus principales donantes – tras un año de incertidumbre en el cual parecían haber perdido su influencia sobre los líderes nacionales. En este contexto, entre luces y sombras, Rusia se ha afirmado como un actor imprescindible del contexto centroafricano. Su presencia militar en todo el país, su influencia sobre las élites locales (tanto en el gobierno, como en los grupos armados) y su potencia mediática podrían jugar un papel fundamental en las próximas elecciones presidenciales y legislativas previstas para 2020-2021.