Aterrizar en la Abidjan de hoy, 3 años y medio después de haberla dejado, es sinónimo de ver un importante cambio a nivel de infraestructuras (como el tercer puente, foto que ilustra este artículo) y comercios. A medida que se van recorriendo los barrios y discutiendo con las personas que eran referencia de quien escribe, uno se da cuenta que la transformación de la ciudad (y en menor medida, del país) es mayoritariamente cosmética y quirúrgica. No quisiera que este apunte personal quedara como una licencia gratuita, sino como una manera de introducir este artículo con la pretensión de analizar, a través del análisis contrastado con testimonios de marfileñas in situ, los retos que el presidente Alassane Dramane Ouattara quiere afrontar en su segundo mandato.
AQMI en Costa de Marfil y la narrativa imperante sobre sus objetivos
El inicio de esta legislatura se ha visto marcado por el atentado de Bassam perpetrado el pasado 13 de marzo, del que Africaye también se ha hecho eco. Esa tarde de domingo que marfileños y población extranjera vivieron en la localidad costera de Bassam, costará de olvidar. Al contrario, a muchos les ha devuelto al pasado reciente, con el violento desenlace de la denominada “crisis postelectoral” en 2011. (“Ha ayudado en la resiliencia para encajar este duro golpe”, me comenta Julien, profesor de universidad).
En clave nacional, uno de los aspectos que más se comentan entre los marfileños de Abidjan fue el silencio informativo de los medios estatales (gobierno y la RTI, la televisión nacional) las cinco horas siguientes al ataque. El debate generado en este aspecto contiene todas las hipótesis, desde las más condescendientes (“Era la primera vez que ocurría, cómo saber reaccionar ante algo tan nuevo en el país”, exclamaba Venance Konan, escritor y director del Fraternité Matin, el decano de los periódicos marfileños, y más afín a la línea oficial) hasta las más críticas (“Nadie se movió en la RTI porque la dirección no dijo de hacerlo. Por tomar una iniciativa nadie quería ver peligrado su puesto de trabajo”, me razonó Rodrigue Koné, sociólogo).
Como contrapunto positivo, debe señalarse la rápida respuesta de las fuerzas de defensa y seguridad estatal, así como la unidad mostrada por la clase política ante este funesto acontecimiento. Y no es tan obvio señalarlo, si se tiene en cuenta el pasado reciente y las perspectivas futuras de reconciliación.
Segundo mandato de Ouattara: ¿consagración del desarrollo económico…
Durante el primer lustro en el poder, el Presidente electo Alassane Dramane Ouattara ha presentado un balance económico esperanzador para la emergencia del país, los cuales contribuyen a aumentar a una evaluación positiva en los indicadores de buena gobernabilidad. Esta buena perspectiva se basa en indicadores económicos, especialmente dado el crecimiento económico del 7,9% en 2014, del 8,2 en 2015 y previsión del 7,6 en 2016, siempre según el FMI. El hecho que el precio de compra del cacao ha aumentado en un 18% en 2015, y dado que el país marfileño es el principal exportador (un 40% del total del mundial, por lo que ahora se le denomina el “oro moreno”), sumado a aspectos como la reorganización del sistema fiscal, ayudan a explicar este crecimiento.
Esta bonanza económica quiere aprovecharse para la aceleración de obras en grandes infraestructuras, como el puerto de Abidjan, la estación de autobús más grande de la región (prevista para 2017 y bajo la previsión anual de unos 25 millones de usuarios) o un tren interurbano que aligere los persistentes atascos de la capital económica. Con infraestructuras como estas, en el denominado ¨Horizonte 2020¨, el ejecutivo de Ouattara espera diversificar su modelo de crecimiento, basado principalmente en la agricultura, y poder atraer la atención de inversores extranjeros, así como ser un referente en tecnología de la información y la comunicación en el continente. Desplazarse con muchos de los taxistas que pueblan la ciudad lo demuestran: “la ciudad cada vez es más segura y está más viva, pero ustedes, los extranjeros, tienen que volver aquí a invertir su dinero”, me comentaba Aboubacar en una carrera marcada por el atasco mientras me desplazaba al centro económico, siempre en ebullición. Ni esta (ni ninguna) opinión representa el sentir de todo un pueblo, sobre todo si se amplía la fotografía y se aprecian ciertos claroscuros.
…en detrimento de políticas de reconciliación?
Más allá de una consolidación de su economía, Costa de Marfil no quiere volver a vivir el escenario post-electoral de 2010 y 2011, por lo que la paz durable es otro de los grandes objetivos. Si bien entre los grandes desafíos de este segundo mandato de Ouattara hay aspectos como la reducción de la pobreza o la ampliación de la edad de escolarización (por lo que se han destacado importantes sumas del presupuesto estatal), señas estructurales como la identidad o el control de tierras todavía distan mucho de ser resueltas.
Sobre la primera, la identidad nacional (o “ivoirité”), Ouattara pretende modificar la Constitución y eliminar la condición donde indicaba que para que un candidato sea aceptado debe demostrar que sus dos progenitores nacieron en suelo marfileño. Esta cláusula le impidió presentarse a las elecciones en el año 2000 y fue el origen de muchas de las divisiones entre norte y sur (“Hay mucho desarrollo económico, pero ninguna perspectiva clara de reconciliación”, asegura Felicité, investigadora). A este acontecimiento hay que sumarle el proceso judicial iniciado a final de enero en la Corte Penal Internacional para el ex presidente Laurent Gbagbo y el antiguo Ministro de la Juventud, Charles Blé Goudé. Este proceso no hace más que reabrir las cicatrices del conflicto (del que todavía se contabilizan más de 50.000 refugiados en los países vecinos) y esta constante sensación de que la justicia es solo la de los vencedores: “Por supuesto que siempre es la justicia de los vencedores. ¿Qué interés tendrá Ouattara en juzgar responsables que le ayudaron a vencer en una guerra iniciada por Gbagbó?”, afirma, rotundamente y sin pudor alguno, Venance Konan”.
Finalmente, otro de los aspectos por resolver son los litigios por las tierras (“foncier”) y el futuro del sector agrícola. El pasado 25 de marzo, la localidad de Bouna (al noreste del país) fue testigo de enfrentamientos entre agricultores (mayoritariamente de etnia Lobi) y ganaderos (los Peuhls, conocidos por su tradición nómada) que terminaron con 20 muertos y más de 30 heridos, así como el incendio del mercado. Sin conocerse al milímetro las causas de tal enfrentamiento, queda claro que acontecimientos como este son un claro signo de litigios pendientes sobre los derechos y la legislación por la posesión de tierras, así como la negociación de precios en el mercado. La mejor conclusión a este tema nos la da Patrick Zadi, quien ya colaboró con Africaye con motivo de las últimas elecciones presidenciales en el país: “El conflicto agricultores-ganaderos tiene una larga tradición. Aquí, ni la bonanza económica ni las nuevas infraestructuras tienen nada que hacer”.