Entrevista a Lucía Asué Mbomío Rubio

“Los referentes son fundamentales para asumir nuestra riqueza”

Por el 29 octubre, 2019 Sin categoría

La periodista y escritora afromadrileña Lucía Asué Mbomío Rubio acaba de publicar su primera novela, “Hija del camino” (Grijalbo), una historia sobre identidad y racismo contada desde las vivencias de una joven afrodescendiente española. Conversamos con la autora de algunos temas sobre los que reflexiona en su debut en la ficción literaria.

 

¿Qué pesa más a las hijas de migrantes, como Sandra, la protagonista de la novela: la colonización mental de sus progenitores (ese complejo de inferioridad frente al blanco colonizador) o el racismo al que se ven expuestas o que sufren aquí?

La colonización mental pesa inevitablemente pero, cuando no eres consciente de que vives con ella, no la padeces. Es más complicada la toma de conciencia de que hay cadenas con las que te has sentido a gusto y reanalizar las relaciones que tenías cuando estabas colonizada mentalmente. Comprobar cómo te has reído de gracias que han hecho, pese a sentir una punzada, y de que lo has hecho en aras de la convivencia o porque no te parecía para tanto. Reanalizar tus relaciones de pareja, qué has tolerado con la familia de esa pareja, bromitas, feos, etcétera.

Yo no digo que esté 100% descolonizada porque creo que es un proceso, pero sí que estoy en ello.

El racismo va ligado a esa descolonización mental porque, cuando empiezas a quitarte capas, te das cuenta de cosas que suceden que también son racismo, aunque no sea un racismo tan deliberado o tan obvio como el de quien te dice “vete a tu país”, o el que te llama “negra de mierda”, o el  que te quiere pegar por el hecho de ser negra. El racismo más obvio es una puñalada que duele.

Descolonización mental y racismo son dos patas de la misma mesa y es doloroso. Difieren en que la descolonización es un trabajo personal, mientras que la lucha contra el racismo es una pedagogía hacia fuera que no todos tienen las ganas o las fuerzas de hacer. Aunque lo venimos haciendo desde que somos pequeñas, por ocupar ciertos espacios donde no siempre se entiende que estás porque lo mereces o porque también es tu sitio, sino que se te percibe como una excepción.

 

Sandra vive en una ciudad pero veranea en un pueblo. ¿Existen diferencias entre ser negra en un entorno urbano o en uno rural? ¿Cuáles son?

En el pueblo, eres negra y puede haber motes, pero tienden a ser siempre desde el cariño. Cuando iba a fiestas de otros pueblos cercanos, era un volver a empezar, un regreso al extrañamiento de los ochenta: “¿qué te parece esto?”, “¿te gusta?”, “tú nunca lo has probado…”. Y yo pensando “¡pero si llevo veraneando aquí desde que no tenía ni dientes!”. Vives un extrañamiento perpetuo, gracias de principiante en racismo cada vez que llegas a un sitio donde no te conocen. Para mí, la ciudad ha sido más hostil. Cuando eres “una propia”, hay un acostumbramiento, te conocen, desmontan el estereotipo primigenio de “son diferentes, vienen a quitarnos lo que tenemos”.

De todos modos, hay que mirar el momento concreto: en los ochenta, éramos curiosidades pero, a partir de los noventa y, sobre todo, desde 2008, nos convirtieron en chivos expiatorios. La gente empezó a culpar a los de abajo de los problemas económicos en lugar de mirar arriba, a los políticos, que no supieron gestionar la crisis.

En mi barrio, bien, porque era la hija de José y de Sofía. Era de una familia educada. Se rompía el prejuicio. Pero, cuando sales de tu entorno y no saben quién eres, pasas a formar parte de esa masa que, si no se odia, se desconfía de ella.

 

«La descolonización es un trabajo personal, mientras que la lucha contra el racismo es una pedagogía hacia fuera que no todos tienen ganas de hacer»

«En los ochenta, éramos curiosidades pero, a partir de los noventa y, sobre todo, desde 2008, nos convirtieron en chivos expiatorios»

 

En la novela, se nombra a muchos artistas y escritores africanos. ¿Sandra se hubiera sentido menos “hija del camino”, habría tenido menos “hambre de pertenencia”, como le llega a decir Antonio, su padre, de haber crecido con más referentes negros, de haber tenido a más autores africanos en su biblioteca?

Los referentes son fundamentales como forma de asumir nuestra riqueza. Incluso, desde un punto de vista fenotípico y/o estético, es importante. A mi casa venían bastantes visitas pero, de puertas afuera, no veía a nadie negro. Te acostumbras porque no te queda otra. Te das cuenta de hasta qué punto has vivido en esa soledad cuando, en una de mis fiestas de cumpleaños, propuse ir a una discoteca de rap o de música africana y uno de mis compañeros de trabajo me dijo: “yo voy pero… no seremos los únicos blancos, ¿no?”. Y yo pensé: “¡qué fuerte que tú me preguntes a mí, que en la redacción soy la única persona negra! Que tú, que vas a ir con más personas blancas, sientas miedo por pensar que vas a estar en minoría”.

No tener referentes pesa a todos los niveles, incluso aunque te ratifiquen en casa. En la tele, no estás en ningún sitio o solo asociada a las hambrunas en Etiopía; nunca como expertos, ni en los libros de historia, que adolecen de negritud por todos lados. Que dicen que es historia universal y es mentira porque solo cuentan la historia del norte del mundo y desde una perspectiva muy concreta.

Poder acceder a otras lecturas es algo liberador. Sentirme africana desde que he sido pequeña y pensar que África molaba. Siempre insisto en la dificultad de acceso a conocimientos que tenemos en el seno de la comunidad afro, especialmente cuando éramos pequeñas y no había Internet: conseguir una cinta de música o según qué libro… Como “Fight the power”, un libro sobre rap pero también sobre negritud, de Chuck D, que era uno de los componentes de Public Enemy. Era un libro brutal que introducía conceptos políticos con otro lenguaje, más cercano a lo cotidiano.

Si ahora es difícil leer en castellano a autores africanos o afrodescendientes, salvo que sean de la diáspora en Latinoamérica, ¡imagínate antes! Hay una exigencia de conocimiento idiomático para acceder a saberes, una exigencia que no tiene el resto de la población para leer otro tipo de contenidos.

 

Machismo, corrupción, serofobia (discriminación hacia las personas que tienen el VIH), blanqueamiento de la piel… Son algunas de las realidades con las que lidia Sandra en Guinea Ecuatorial. ¿Serían clave para definir la guinealogía de la que hablas en el libro? 

Desgraciadamente, esas realidades no son exclusivas de Guinea. Hay muchas mujeres que se despigmentan la piel. En Ruanda se ha prohibido hace relativamente poco y es una de las principales causas de ingreso hospitalario en Burkina Faso.

Lo que sí es propio de Guinea Ecuatorial es el congosá. Es un país pequeño, donde todo el mundo se conoce y hablan los unos de los otros, contando cosas que son y las que no, te las inventas. Un funcionamiento propio de pueblos pequeños.

Se habla castellano pero el idioma es muy plástico, se le da otro uso. En uno de los capítulos, cuando un militar dice “siento frío” y el tío de Sandra le da una “tira” de cervezas, es decir, seis latas, para que entre en calor. Esa polisemia lingüística requiere un conocimiento de guinealogía.

Guinealogía también es la maravillosa hospitalidad de la tía Celia, la generosidad que tienen los guineanos para trasladar conocimientos, sabiduría… en definitiva, cultura, que es la verdadera riqueza de Guinea, y no solo la del subsuelo, porque esa se va a acabar.

Es guinealogía la biodiversidad, tan poco valorada, que convierte al país en un vergel, en un paraíso que tiene todos los verdes del mundo. Y también encarnan la guinealogía personajes como Adoración, que sienten un amor tan fuerte hacia su tierra que les hace regresar para trabajar por ella.

 

¿Qué crees que le ocurrirá antes al Estado español: que admita que su población es diversa y no exclusivamente blanca o que se enfrente a su pasado colonial africano, superando esa amnesia histórica en la que parece sumido?

Hay más conciencia de que España tiene rostros, pieles y religiones diversas. Pero no es un pensamiento generalizado, ni mucho menos, aunque cada vez se va asumiendo más.

No es fácil porque el español se ve a sí mismo como blanco y católico. Solo hay que fijarse en los cuadros de castas de la Nueva España, en que se nomenclaturizaban las mezclas que se producían en las Américas. Hablaban de negros, de indios… Crearon palabras para categorizar a las personas, como ‘mulata’, que viene de ‘mula’, ‘lobo’, ‘salto atrás’… Nombres animalizantes o despectivos y, sin embargo, para las personas blancas no ponían ‘blanco’ sino ‘español’, cuando todos eran súbditos de la misma corona. Eso llega hasta hoy.

Hablan de “migrantes de segunda generación” para referirse a las hijas de migrantes. Y sus nietas, ¿qué serán? ¿Migrantes de tercera generación? Fíjate si las fronteras no solo se atraviesan, sino que atraviesan a las personas. ¿Hasta cuándo? Es difícil el “soy de aquí” cuando prima el ius sanguinis por encima del ius soli. Eres de aquí si tienes una estirpe de aquí.

Lo de reconocer el borrado histórico va a ser mucho más difícil. Que siga siendo sorpresa que Guinea Ecuatorial no solo fue colonia sino también provincia, creo que dice mucho. Hay un alejamiento deliberado de la participación española en hechos ominosos, como la esclavitud. Si no hay una conciencia y una voluntad, será mucho más complicado. Tendrían que cambiarse los libros de historia, como punto de partida.

 

«Que siga siendo sorpresa que Guinea Ecuatorial no solo fue colonia sino también provincia, creo que dice mucho»

«Las fronteras no solo se atraviesan, sino que atraviesan a las personas»

(Gran Canaria, 1987) Periodista y comunicadora audiovisual apasionada por África Subsahariana. Máster en Culturas y Desarrollo en el continente vecino. Enganchada a las redes sociales, donde se me pasan las horas siguiendo la actualidad de casi todos los ámbitos. ¿Que qué temas me interesan de África? Uf, ¡¿cuáles no?! Todo lo artístico y social, lo relacionado con la mujer africana, la afrodescendencia, pero también las relaciones políticas y económicas, como la Françafrique y Chináfrica, y la implantación de las nuevas tecnologías.

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