Este mes de junio muchas ciudades, entidades y activistas del mundo celebran el mes del Orgullo. En África, sin embargo, sigue siendo difícil visibilizar la lucha de la comunidad LGBTIQ. Aun así, cada vez son más los jóvenes activistas LGBTIQ que no se esconden y deciden defender sus derechos.
Contactamos con Olivier King Sibo (Burundi), uno de los fundadores de la African Queer Youth Initiative (AQYI) y Basiru Alumbugu (Nigeria) coordinador de la entidad. La AQYI nace en 2015 de la iniciativa de jóvenes de distintos países africanos con el objetivo de dar espacio a los activistas LGBTIQ para amplificar la voz del movimiento en el continente. La idea es ofrecer formaciones y recursos destinados a mejorar las campañas de sensibilización, apoyar a organizaciones juveniles y construir redes estratégicas.
¿Qué poder tienen los jóvenes para transformar la sociedad y hacerla más inclusiva?
Olivier: En Burundi hay un tejido asociativo que se está diversificando cada vez más. Nuestro movimiento cuenta con muchas iniciativas ya sean de carácter artístico, socio-económico o sanitario que buscan la complicidad de diferentes sectores para construir una sociedad más inclusiva. Aunque la mayoría de proyectos se centran en mejorar el acceso a la salud, podemos encontrar cooperativas de mujeres Queer y lesbianas en zonas rurales, asociaciones que organizan exposiciones de arte, eventos dedicados a los emprendedores Queer y campañas online donde personas anónimas comparten sus experiencias. Yo mismo coordino y participo en diferentes acciones de este tipo.
Basiru: En general, hoy los jóvenes estamos más empoderados y nos mantenemos muy firmes con nuestros objetivos. Tenemos la suerte de beneficiarnos de las redes sociales y estamos más expuestos a lo que pasa en el mundo y los cambios de la sociedad.
¿Cuáles son los retos actuales más importantes para los jóvenes LGBTIQ?
Basiru: El mayor reto son las leyes punitivas que criminalizan nuestra diversidad sexual porque no solo niegan nuestra identidad sino que también limitan nuestro campo de acción. En muchos ámbitos, estamos desprotegidos legalmente y esto crea una desigualdad en el acceso a la justicia.
Por otro lado, tenemos los discursos de líderes políticos que afirman que la homosexualidad no es parte de la cultura africana y obviamente esto va ligado a la cultura religiosa de nuestro continente que contribuye a estigmatizarnos. Además, la falta de representación en instituciones donde se incluyan nuestras demandas también es un obstáculo, porque contribuye a nuestra invisibilización. En general, los activistas LGBTIQ tienen recursos limitados para implementar campañas nacionales exitosas. Faltan líderes jóvenes en las instituciones que introduzcan nuevas ideas y presenten los problemas actuales de la juventud.
Olivier: En Burundi, desde 2009 existe una ley que criminaliza la homosexualidad. De hecho, la ley refuerza y legaliza la estigmatización de la comunidad LGBTIQ, que ya tenía dificultades para acceder a un empleo, a los estudios o a la salud. Pero paradójicamente en 2010, se abrió un centro LGTBIQ con el esfuerzo de varios activistas para intercambiar experiencias, organizar eventos informativos y hacerse el test del SIDA. De manera discreta, el centro se ha mantenido abierto a pesar de que la policía ha venido varias veces a intimidarnos.
¿El discurso religioso podría estar algún día de vuestra parte?
Basiru: En el continente africano hay tres grandes religiones: el islam, el cristianismo y las creencias tradicionales. En teoría las dos primeras profesan la cohabitación pacífica y el amor al prójimo. Sin embargo, hay una gran parte de la población que utiliza el islam o el cristianismo para justificar el odio y la violencia hacia nosotros. Pero siento que la religión puede servir para incluir nuestras demandas si la gente se ciñe al mensaje de amor y paz. Tanto el cristianismo como el islam enseñan a no juzgar a tu prójimo porque este juicio está reservado a Dios. Por tanto, aunque el discurso religioso diga que la homosexualidad es un pecado, una persona no puede juzgar a la otra por ser homosexual. Por eso creo que podemos trabajar con líderes religiosos, para profesar este mensaje amor y coexistencia pacífica e influir a la gente para poder cohabitar todos juntos.
¿Cuál es el impacto de las redes sociales en los jóvenes LGBTIQ?
Basiru: Es un impacto positivo y negativo a la vez. Por un lado podemos conectar con activistas de otros países y compartir experiencias. Vemos cómo se graban podcasts y se organizan campañas de sensibilización a través de Facebook o Twitter que se viralizan en todo el continente. Pero por otro lado, tener un perfil en Twitter o Facebook puede ser peligroso porque los activistas quedamos muy expuestos al público. Exponer tu identidad online hace que sea muy frecuente recibir mensajes negativos en las redes sociales y muchos activistas prefieren no usar fotos suyas para no ser reconocidos por miedo a la violencia.
Olivier: En Burundi, los activistas utilizamos las redes sociales para informar y educar de manera muy amplia, sin mencionar nombres o casos en concreto. De esta manera, las personas que se reconozcan en esa situación puedan informarse.
¿Se puede decir que ha mejorado el acceso a la sanidad y al sistema de salud?
Basiru: No, no puedo decir que haya mejorado. Los organismos públicos nos siguen discriminando por ser gais o lesbianas. En Nigeria, los activistas y la comunidad LGTBIQ dependemos de las ONGS y clínicas privadas cuando necesitamos tratamiento o medicamentos.
Olivier: En Burundi se podría decir que sí, sobre todo desde 2008, y más específicamente en el ámbito de lucha contra el SIDA, ya que hay muchos proyectos centrados en este tema. Una de las organizaciones principales es Association Nationale de Soutien aux Séropositifs et malades du sida (ANSS) que trabaja desde hace muchos años para garantizar el acceso a la salud de los LGTBIQ.
Hablemos de cómo ha afectado la pandemia del coronavirus. ¿Qué impacto ha tenido el confinamiento en la comunidad LGBTIQ?
Basiru: Desde luego el confinamiento ha tenido un impacto negativo para nuestra comunidad. Como en todas las crisis sanitarias, los grupos marginalizados siempre sufrimos más. Muchos jóvenes han perdido el empleo y sus ingresos han disminuido, lo que les ha empujado a volver a casa con padres homófobos. Psicológicamente, esto puede ser traumático para muchos ya que no se sienten aceptados por sus familias. Incluso algunos de ellos han sufrido abusos y han sido víctimas de la violencia por parte de sus familiares. Económicamente también ha sido muy duro. Algunas organizaciones han podido proporcionar ayuda, pero no ha sido suficiente.
¿Creéis que es más fácil para vosotros que para los que activistas que vinieron antes?
Basiru: El uso de las redes sociales ha hecho que sea más fácil conectarnos entre nosotros y visibilizar nuestro movimiento a pesar de recibir reacciones negativas online. En general el contexto actual es mejor que antes y en algunos países como Botswana se están haciendo grandes cambios. En otros como Camerún o Ghana, sin embargo, la comunidad LGTBIQ sigue siendo atacada. La situación no es uniforme en el continente.
Olivier: Yo diría que sigue siendo peligroso para nuestra generación, pero creo que ahora somos más resilientes. El compromiso del activista es duro: implica recursos, afecta a la salud mental y es peligroso para la seguridad. Pero nuestra generación está más diversificada que antes, se implica en distintos ámbitos para promover la inclusión de nuestra comunidad. Cada vez son más las organizaciones civiles que promueven una sociedad inclusiva aunque la mayoría de actividades las hacemos de manera muy discreta y a veces anónima para evitar ser reconocidos.
¿Eres optimista sobre el futuro?
Olivier: Sí porque veo que cada vez más la sociedad está más atenta y quiere cambiar su entorno. Percibo que hay diferentes sectores de la sociedad que quieren entender y cambiar cómo funciona el país a través de las organizaciones civiles.
Basiru: Desde luego, sí, soy muy optimista. El cambio no será mañana ni el año que viene. Pero seguro que las futuras generaciones lo tendrán más fácil que nosotros.