Una fotografía en medio de las manifestaciones de khartum ha convertido a Alaa Salah, de 22 años y estudiante de arquitectura, en uno de los símbolos de la revolución sudanesa. Vestida con una “ tob” blanco, honrando a nuestras ancestras sudanesas, mostrado al mundo la fuerza y la determinación de las mujeres de nuestra tierra.
Aprovechando su visita a Madrid donde ha participado en una charla por el Día de los Derechos Humanos, hemos podido hablar con ella sobre el movimiento popular sudanés y su lucha por la democracia, tras 30 años de régimen de Omar al Bashir.
Quería preguntarte sobre las expectativas y escenarios de la transición. Hacia dónde se dirige el proceso de transición? ¿Qué espacio real está teniendo el poder civil frente al militar?
Realmente nosotros de los militares no esperamos nada bueno, ni tenemos fé en ellos… Una pregunta, ¿esta entrevista será por si escrito?… (tras reiterarle que esta entrevista se publicará en forma de artículo escrito, continúa) Nosotros no creemos ni confiamos en los militares, pero tenemos una gran fe en los representatnes civilies que componen el gobierno.
En tu opinión, ¿realmente se les permite un espacio de maniobra?
¿A quién te refieres? ¿el pueblo o los militares?
Quería decir, si realmente los militares permiten al poder civil llevar a cabo las demandas del pueblo.
Sí, como te decía tenemos una gran confianza en el poder civil y poco a poco vamos viendo pasos favorables y notando cambios reales. La semana pasada se llevaron a cabo medidas que llevábamos esperando desde hace mucho tiempo; la disolución del partido nacional y la derogación de la Ley de Orden Público. Estas y otras medidas implementadas nos muestran que el gobierno civil está trabajando en el buen sentido y si siguen por este camino, llevarán al país a la estabilidad y al desarrollo.
Aún estamos en época de transición, sabemos que la destrucción y la corrupción de 30 años no se van a poder arreglar de hoy para mañana. Somos conscientes de los retos que nos esperan durante estos tiempos, pero los superaremos igual que hemos superado otras dificultades e injusticias.
Le damos espacio y tiempo a este gobierno para trabajar, pero al mismo tiempo nos manifestamos y presentamos nuestras peticiones y exigencias a los ministerios correspondientes sobre aquellas causas que requieren soluciones inmediatas o que no queremos que se olviden, como el caso de los desaparecidos y la justicia para los mártires de la revolución. Lo más importante es que encontramos respuesta y vías de comunicación abiertas con los ministros; reciben nuestras peticiones, hablan con nosotros. Ahora tenemos quien nos escucha, a quien poder transmitir nuestras necesidades e inquietudes.
Sentimos que se va materializando el cambio por el que tanto hemos luchado, y nosotros, el pueblo, junto al poder civil, pondremos las bases para convertir Sudán en el país democrático que tanto anhelamos.
Uno de los mensajes que se ha querido transmitir al resto del mundo es que la revolución Sudanesa, la nuestra, es la revolución de las mujeres. ¿Qué papel han jugado las mujeres en la revuelta y qué continuidades hay con el papel histórico de las mujeres?
Aunque históricamente siempre hubo movimientos de mujeres trabajando y luchando por los derechos de la mujer, durante los 30 años de régimen se han aprobado leyes que menguaban la libertades y derecho de la mujer, como la Ley de Orden Público, que limitaba nuestro movimiento, activismo. Fue inevitable que se fueran formando iniciativas de mujeres para luchar contra la represión del régimen y que reclamaban los derechos y las libertades de la mujer sudanesa, que trabajaban para garantizar un derecho básico, el de poder vivir en paz y seguras en nuestra tierra, sin tener que sufrir el acoso o los interrogatorios de cualquier agente de orden público bajo el amparo de la leyes represoras.
La revolución sudanesa es una revolución de mujeres, por el inmenso número de mujeres que salieron a la calle y que participaron activamente en el proceso de liberación. A pesar de las humillaciones y la represión no tuvimos miedo. Teníamos objetivos que lograr, derechos que reclamar, nosotras no tuvimos miedo porque creíamos en la causa de nuestro pueblo.
¿Qué espacios reales se están generando en la transición para las mujeres sudanesas?
Las perspectivas de futuro son esperanzadoras, las organizaciones de mujeres y las iniciativas feministas han tenido un papel fundamental y siguen trabajando para garantizar que se respeten todos nuestros derechos. Y unas de las victorias para las mujeres es su participación en la constitución del gobierno, con un mínimo de 40%, pero no solo para llenar un cupo, sino en posiciones en las que pueden intervenir y decidir de forma directa en la política del país.
La derogación de la Ley de Orden Público es toda una victoria para el país y las mujeres, ¿están generando redes de activismo y solidaridad con movimientos de mujeres a nivel regional para replicar sus experiencias?
Desde el primer día de la revolución, de una forma u otra, se ha luchado hasta conseguir la derogación de la Ley de Orden Público. Y ahora podemos reclamar nuestros derechos sin miedo a la represión que era recurrente por parte del régimen militar. Ahora podemos luchar por nuestros derechos en libertad, sin humillaciones y sin la violencia del estado.
A pesar del sistema patriarcal del régimen, nadie estaba a favor de Ley de Orden Público. Ni nosotras, las mujeres, porque nos oprimía, ni los hombres sudaneses, que veían que sus hermanas, compañeras, madres e hijas podían ser interrogadas, aleatoriamente, por un agente del orden público por considerar que su vestimenta no es la adecuada o que no debería estar a esas horas de la noche en la calle.
Esta revolución ha servido para sensibilizar, para mostrar nuestra fuerza y solidaridad. Uno de los recuerdos que tengo, que simboliza la solidaridad entre las mujeres sudanesas, es la columna formada íntegramente por mujeres que recorría las calles de khartoum durante las manifestaciones.
Hablemos de la diáspora, de las sudanesas y sudaneses que seguían desde lejos la revolución
Creo que toda sudanesa, dentro o fuera del país, que podía hacer algo para la revolución lo hizo. La visibilización en las redes sociales, la presión mediática que se ejerció gracias a la diáspora jugó un papel muy importante en la revolución, mostrando al mundo lo que estaba pasando en Sudán, sobre todo en los días en los que el régimen bloqueó internet. Estábamos totalmente incomunicados del mundo. Fueron ellos, los migrantes sudaneses, con campañas como la de #BlueForSudan los que permitieron que el resto de países supieran y siguieran nuestra revolución.
No solo eso, sino el apoyo económico, las aportaciones que venían de fuera fueron fundamentales para poder abastecer la acampada delante del cuartel general.
¿De qué manera el movimiento popular puede o no seguir activo. Se desmovilizará o encontrará nuevos arreglos que le sean útiles?
El movimiento popular se ha convertido en el guardián de la revolución, la calle se ha convertido en nuestra herramienta para mostrar nuestro descontento. Siguen las manifestaciones por los desparecidos que aún no se sabe donde están o si siguen vivos.
Las manifestaciones sirven para recordarles que el pueblo sigue aquí, que estamos pendientes de las decisiones políticas y los cambios que tienen que producirse. Seguirán las movilizaciones pacíficas, nosotros estamos aquí y las calles también.
Autora: Dina Bashir, nacida en Sudán, ha crecido viajando entre Egipto, Arabia saudí y los Emiratos Árabes. Activista por los DDHH, forma parte de iniciativas antirracistas y por el empoderamiento de las mujeres migradas, hace 10 años que está involucrada en los movimientos sociales de Barcelona. Dedicada al estudio de la interseccionalidad y los feminismos africanos. Impulsora del proyecto Kandaka, una iniciativa por la defensa de los DDHH y la gestión de la diversidad.
Foto Alaa Salah: Umit Bektas