En los últimos tres años, Malí ha vivido con gran preocupación el azote del terrorismo y el secesionismo armado. Paralelamente a la crisis de seguridad el país ha realizado grandes esfuerzos para restablecer la normalidad institucional tras el golpe de Estado que interrumpió la aparente democracia maliense en 2012. La misión internacional MINUSMA -Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí-, las fuerzas de seguridad malienses y la operación francesa Barkhane intentan combatir el problema del terrorismo y la inseguridad en el norte del país. La firma de diferentes acuerdos entre los grupos armados tuaregs y árabes y el gobierno de Malí ha establecido las bases sobre las cuales se está construyendo una paz que por el momento es precaria.
La celebración de elecciones presidenciales y legislativas en 2013, con la ayuda internacional, puso fin a un periodo de crisis democrática e institucional que la asonada militar puso en evidencia. Sin embargo, parece que la atención que el gobierno de Ibrahim Boubacar Keita ha dedicado a los problemas de seguridad y al conflicto armado en el norte no ha venido acompañada de una acción política enfocada a las demandas de la mayoría de la población. Liderada especialmente por la juventud, en los últimos meses, la población de Malí ha demostrado una inusitada efervescencia en la calle que no ha hecho más que reflejar la baja popularidad de la que goza el presidente.
La juventud en movimiento
En la ciudad de Gao, la juventud se manifestó el pasado día 12 de julio en contra de las disposiciones del acuerdo de paz de Argel. El acuerdo prevé la instalación de unas autoridades interinas en los lugares donde sea necesario hasta la celebración de elecciones y un amplio programa de desarme, desmovilización y reintegración dirigido a los combatientes rebeldes. La manifestación fue disuelta por las fuerzas de seguridad con el balance de al menos 3 manifestantes muertos y una treintena de heridos por fuego real. Las consecuencias de estos hechos están todavía por ver, pero pueden ser preocupantes para un gobierno que tiene problemas para recuperar legitimidad y confianza ante ciertos sectores de la población que piensan que es demasiado complaciente con los grupos rebeldes que se levantaron en armas contra el Estado en 2012.
Durante la ocupación del norte, la juventud de Gao fue protagonista al plantar cara heroicamente a los ocupantes yihadistas y a los rebeldes tuaregs cuando las fuerzas de seguridad malienses y la administración habían huido de la zona. Ahora, los colectivos de jóvenes de la ciudad reclaman que las autoridades les tengan más en cuenta en la aplicación de los acuerdos de paz y reivindican ser escuchados y beneficiarse igualmente de los incentivos que los donantes internacionales ofrecen a los grupos rebeldes como parte del acuerdo de paz, muchos de ellos responsables de la perpetración de injusticias durante en conflicto.
Réplicas de las protestas
La efervescencia de la protesta también ha tenido lugar en otras localidades malienses, algo que no había ocurrido desde el inicio del mandato de Keita. La ciudad de Tombuctú, al norte de Malí, vivió manifestaciones similares y en solidaridad con las que tuvieron lugar en Gao. No obstante, la principal contestación social tuvo lugar en la capital, Bamako. Además de las marchas en solidaridad con Gao, en verano la capital iba a ser el escenario de la marcha que el colectivo civil Bi-ton convocó para exigir al gobierno el cumplimiento de la promesa de creación de 200.000 puestos de trabajo durante la campaña electoral. La marcha fue finalmente suspendida por la grave represión de las manifestaciones por parte de las fuerzas de seguridad.
Bamako vivió nuevas jornadas de tensión tras el arresto en agosto del periodista de radio, Ras Bath, conocido por sus polémicas críticas hacia el gobierno y el ejército. El popular periodista había acusado a la cúpula del ejército de incompetencia y del desvío de fondos destinados al mantenimiento de los soldados. Las dudas sobre las razones de su arresto provocaron que seguidores suyos y defensores de la libertad de expresión, la mayoría jóvenes, se manifestaran abiertamente contra la decisión del gobierno, tanto en la calle como en las redes sociales. Tras las protestas, el acceso a las redes sociales de Twitter y Facebook fue suspendido durante al menos 48 horas ante la incredulidad de la comprometida juventud maliense. Finalmente, sortearon la mordaza gubernamental y la denunciaron, tomando las redes sociales por asalto, gracias a otros programas informáticos.
El gobierno de Keita, el cambio que no llega
La personificación del cambio que representaba el presidente Keita en su elección en el verano de 2013 se ha diluido poco a poco ante los ojos de la ciudadanía. Si el presidente irrumpió con fuerza gracias a un resultado electoral contundente sobre sus adversarios, las acusaciones de corrupción, de nepotismo y de mala gestión de los asuntos del país han deteriorado su imagen de político fuerte y firme que necesitaba Malí para hacer frente a los graves desafíos que se presentaban. Desafíos que, por otra parte, no solo tenían que ver con la seguridad. Según las encuestas realizadas por la organización local SOS Démocratie con motivo de las elecciones presidenciales, entre las principales preocupaciones de los malienses estaban el empleo, la educación y la mejora de las condiciones de vida, y son preocupaciones que siguen estando en los primeros puestos de la lista tres años después ante la constatación popular de los escasos avances.
No obstante, el gobierno de Keita parece incapaz de dar solución a tales problemas y, además, proyecta una imagen preocupante sobre la forma de actuar ante sus propios ciudadanos. Las respuestas del gobierno al creciente descontento juvenil han sido desproporcionadas y erosionan gravemente el nivel democrático de Malí. Un país que, a principios de los años 90, se liberó de una dictadura con la sangre de centenares de mártires en las calles. El despertar de la conciencia de la juventud maliense es un paso crítico hacia la consolidación de la democracia. El régimen de Keita ve con preocupación el aumento de las protestas juveniles, como lo vieron en su momento Abdoulaye Wade en Senegal y Blaise Compaoré en Burkina Faso. Los jóvenes podrían ser la pieza clave para consagrar la estabilidad política en Malí, una juventud que ha demostrado en África del Oeste que tiene la capacidad de levantarse para rechazar un régimen que juzgue incapaz y moribundo.
Autores
David Nievas (Sevilla, 1985). Licenciado en Filología Árabe y especializado en el Mundo Árabe e Islámico Contemporáneo, su interés por descubrir nuevos horizontes más allá del mundo árabe le llevó a dedicarse al estudio de las dinámicas del islam en el Sahel. Actualmente sigue de cerca los acontecimientos en el mundo árabe mientras prepara una tesis sobre islam y política en Malí. @David_n_b
Kamissa Camara, (1983, Grenoble) es analista política sobre África del Oeste y África Central. Actualmente trabaja para la organización National Endowment for Democracy, a quien no representan necesariamente las opiniones de este artículo. @KamissaCamara
Foto de portada: Seán Smith