La violación de una jóven sacude el régimen de Déby

Redes sociales y revuelta ciudadana en Chad

Por el 17 marzo, 2016 África Central , Política

Zouhoura era sólo una adolescente, su violación por parte de cinco jóvenes, el pasado 8 de febrero, sublevó las conciencias de la sociedad chadiana, como habría ocurrido en cualquier país del mundo. El detalle de que los presuntos autores eran hijos de las familias que forman la corte de Idriss Deby, lanzó además a las calles a unos ciudadanos cansados de los excesos de un régimen que lleva más de 25 años monopolizando el poder.

Ya ocurrió en Túnez, en diciembre de 2010 Mohamed Bouazizi, el vendedor ambulante que se inmoló por las presiones a las que le sometía la policía y fue la chispa que inició las protestas que a la postre derribaron al régimen de Ben Ali. No confundir detonante y causa. El detonante es la gota que colma el vaso, el grado de más que hace saltar la olla a presión, el hecho concreto que acaba con la paciencia y la tolerancia de la sociedad. Las causas son la corrupción, los abusos, la falta de transparencia, los atropellos… que van, poco a poco, indignando a la ciudadanía.

La violación de Zouhoura ha desencadenado unas protestas mediante las que los ciudadanos empiezan rebelándose contra un hecho concreto, pero las frustraciones acumuladas y los acontecimientos hacen aumentar las reivindicaciones como si se tratase de un alud. En primer lugar salen a la calle contra la aberración de una agresión sexual en grupo a una adolescente; de ahí, a la violencia contra las mujeres; para pasar a la impunidad de los presuntos autores; luego los atropellos del gobierno y de las élites relacionadas con el poder; y al final contra Idriss Déby.

En este caso, las redes sociales aparecen de manera recurrente como una pieza fundamental en el puzle, o más bien en los puzles. Curiosamente, en cada uno de los momentos de la revuelta, las redes sociales juegan un papel concreto.

 

El inicio

La joven Zouhoura rompió el guión que sus agresores el suponían. Después de la violación en lugar de callar, la adolescente explicó lo ocurrido a su familia. Denunció. Y, evidentemente, los responsables del atropello contaban con el silencio de la víctima. Cuando la valiente joven no calló, los delincuentes publicaron las pruebas de la violación en las redes sociales. Las fotografías que debían avergonzar a Zouhoura, se convirtieron de esa manera en la mejor herramienta para perseguir a los agresores. La joven acabó concediendo una entrevista a France24 que ha sido viral en ciertos entornos.

Inmediatamente después, la noticia de que los detenidos eran hijos de generales próximos a Déby exasperó los ánimos de los chadianos. Una primera manifestación de protesta y un primer paso en falso de las autoridades. La protesta fue reprimida duramente y el resultado fue un muerto. Otro joven fallecido. Y más gasolina para el fuego. A partir de ahí la noticia se extendió, en gran medida, a través de las redes sociales y las protestas se fueron diseminando por el mapa en una especie de efecto contagio. Primero dentro del país. Después en la diáspora. Los círculos chadianos en Twitter y, sobre todo, en Facebook, veían aparecer en sus pantallas los documentos gráficos de estas manifestaciones y los nombres se iban multiplicando. Paris, Bruselas, Nantes, Estrasburgo y así hasta saltar el océano para llevar la indignación a los Estados Unidos.

 

Explicaciones del poder

El propio presidente chadiano intentó, en un primer momento, utilizar también las redes sociales para aplacar los ánimos con el objetivo de despertar la empatía de algunos usuarios. A través de Facebook llegó a confesar que se sentía como “un padre de familia escandalizado”, por los acontecimientos que se habían hecho públicos. La maniobra no consiguió el objetivo deseado.

Cada vez la bola de nieve se hacía más grande, iba arrastrando más ciudades y más comunidades de expatriados. Las autoridades volvieron a errar el cálculo. Hace tiempo que la estrategia de matar al mensajero ha dejado de ser práctica y más cuando los actores están conectados y los altavoces se han multiplicado. Para aplacar la protesta la primera medida en la que pensaron fue “apagar” las redes sociales. A las comunidades de chadianos se unieron entonces las organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos. Si el régimen podía haberse mantenido al margen del delito cometido por un puñado de jóvenes, se vinculaba involuntariamente intentando silenciar el malestar. El poder hacía que todos los dedos acusadores se girasen contra él cuando alguien tuvo la peregrina idea de que las iras se calmarían si los chadianos no tenían información.

 

El papel clave en la revuelta: la cohesión

No han pruebas de conexiones de los activistas chadianos con otras comunidades africanas, pero resulta curioso ver el tipo de movilizaciones que se han promovido. Después de las manifestaciones al uso, en las redes sociales se difundió la convocatoria, el pasado 24 de febrero, de una campaña de “ville norte” una forma de llamar a una huelga general poco ordinaria. Tal vez no sea casual que los movimientos sociales congoleños hubiesen convocado una protesta similar durante el pasado mes, con un éxito de participación considerable. La siguiente propuesta excepcional de los impulsores de la protesta chadiana fue el lanzamiento de la “operación” “Sifflet Citoyen” (silbato ciudadano), para 10 de marzo. Esa idea del silbato hace ahora un año que fue también lanzada en Kinshasa como expresión de la resistencia ciudadana al régimen de Kabila. Ambas campañas congoleñas están muy ligadas al activismo digital.

Por un lado, las redes sociales han visibilizado el movimiento espontáneo de protesta más allá de las fronteras chadianas y han llevado a los medios internacionales unos hechos que en otra situación no habrían podido eludir, como mucho, las páginas de sucesos de los diarios locales. Pero, sobre todo, las redes sociales han permitido que las protestas diseminadas por todo el país y por muchas ciudades del resto del mundo, en las que hay una comunidad chadiana, se viviesen como una movilización unitaria. Que los manifestantes se sintiesen unidos en el sentimiento de rechazo.

Compartiendo y comentando las publicaciones en Facebook, los chadianos del exterior se han sentido parte de la vida de su país a pesar de la distancia. Evidentemente, los enemigos del régimen de Idriss Déby, que con el paso de los años han ido formando una amplia lista, han visto un motivo ideal para desgastar su poder. Pero, sobre todo, cada ciudadano individual se ha sentido una pieza importante en una partida fundamental. La dispersión de las comunidades del exterior se ha diluido en las redes sociales para formar una masa mucho más cohesionada y para afianzar los lazos con el descontento del interior del país. Y esta sensación es especialmente importante en un país en el que el control interior de la población es tan firme como en el caso de Chad.

Probablemente estas manifestaciones no supondrán el final del régimen de Idriss Déby, pero los activistas, sobre todo los del exterior, han conseguido aglutinar una masa crítica que a partir de ahora está más preparada para volver a rebelarse.

 

(Pamplona, 1978) Soy licenciado en periodismo y descubrí África como simple viajero movido por la curiosidad del desconocimiento. A medida que me adentraba en las realidades del continente me pudieron las ganas de conocer más y de contar sus historias, muy diferentes a las que había imaginado. Estudié un máster en Culturas y Desarrollo en África y, desde entonces, he hecho lo posible por abordar el relato sobre el continente desde todas las perspectivas que se me han ocurrido. Como comunicador para organizaciones sociales; como periodista, colaboro con diferentes medios, sobre todo, contando historias sobre el uso de las TIC para la transformación social en África; y como investigador social. Además un día compartí el sueño de crear una plataforma para difundir las culturas africanas y junto a otras compañeras y compañeros creamos Wiriko. Tengo claro que la imagen que tenemos de África no es completa y quiero ayudar a mostrar otras realidades.

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