“En este país, las mujeres son siempre tratadas en casa como piezas de mobiliario.
Ellas no tienen voz ni poder de decisión, el hombre toma todas las decisiones de la casa”
Felismina Mesa, Coordinadora Ejecutiva de la Asociación de Mujeres Desempleadas
y Amas de Casa de Zambezia (AMUDZA), Mozambique.

Hace días un compañero de la asociación Madre Coraje nos compartía un artículo sobre el impacto del cierre de las escuelas en la infancia, y comentaba que “aunque es de marzo de 2020 sigue siendo actual, por desgracia”. Las noticias, denuncias y estudios del aumento de la violencia en todas sus expresiones fruto de la imposición de las medidas de prevención en todo el mundo han aumentado, a pesar de haberlo hecho también la invisibilidad y el silencio.
Sin embargo, nos cuesta ir más allá para entender algunas de las razones que hay detrás de todo ello.
Recientemente, Amnistía Internacional (AI) publicó un informe titulado “Tratadas como muebles – la violencia de género y la respuesta a la COVID-19 en el África Austral”, elaborado fruto de la interacción con organizaciones de derechos de las mujeres de Madagascar, Mozambique, Sudáfrica, Zambia y Zimbabue.
“La aparición de la COVID-19 expuso la discriminación estructural y las desigualdades enfrentadas por las mujeres y las niñas, y su posición al margen de la sociedad que favorecen la violencia de género y otras violaciones de derechos humanos a las que están sujetas. El impacto de las medidas estatales se ha sentido también en los derechos humanos, de forma desproporcionada por mujeres y niñas”.

Recuerdo la limpieza que se hizo en la ciudad de Maputo a inicios de la pandemia. En cuestión de semanas desapareció gran parte del comercio informal de la zona urbana, la minoría que concentra la riqueza económica y material. En ese contexto marcado por la necesidad de mejorar la salubridad de la ciudad, el gobierno municipal encontró la mejor justificación para actuar. Agentes municipales colocaban notas informativas en cada puesto de la calle informando de los días que vendedores y vendedoras debían cerrar su negocio. Incluso aquellos que, con los años, habían erguido infraestructuras, en ocasiones precarias, pero siempre dignas. En una sociedad con tanta carencia de empleo, de medios de vida, se terminaba con el sustento de numerosas familias.
¿Cuántas mujeres perdieron su capacidad para garantizar el sustento diario de sus familias? ¿Cuántas vieron eliminada su rutina, su hacer diario, su entorno y compañía? ¿Y cuántas familias quedaron encerradas en sus casas, sin actividad alguna?. Y la falta de recursos en un contexto marcado por la escasez, ¿cómo afectó, además de a las necesidades básicas, a la seguridad de todos los miembros de un hogar, en especial a la de las mujeres?
Las medidas tomadas tras el empeoramiento de los datos en el Área Metropolitana de Maputo –que abarca 4 municipios, dos de ellos los más poblados del país– también están siendo severamente criticadas por la ciudadanía y los medios de información. El cierre obligatorio a las 9 de la noche se ha mostrado inviable debido a las propias deficiencias estructurales de la ciudad, agravado por la prohibición de la circulación de los transportes de la modalidad de camioneta abierta (ya per se un atentado a la dignidad). Lo “normal” en Maputo es dedicar entre 2 o 3 horas de transporte(s) público(s) para regresar del trabajo a casa. Las que más se resienten, las mujeres, que han tenido que buscar nuevas formas de sustento, pues parar nunca fue una opción posible para ellas. Además, ese recoger obligatorio ha conllevado un aumento de las violaciones y agresiones fruto de la inseguridad de las calles vacías.
No podemos dejar de lado el aumento notable de las denuncias por violaciones de derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad, en claro ejercicio de abuso de poder.
En las zonas rurales la situación no es mejor. El cierre de escuelas y el aumento de la pobreza familiar son dos ingredientes ideales para el auge de las uniones prematuras, una violación de los derechos humanos de las niñas a través de las concertación de matrimonios forzados entre varones, en general mayores, y niñas menores de edad, ya recogida en el Protocolo de Maputo. Obtener beneficio económico y reducir una boca a la que alimentar, aunque suene frívolo, son algunas de las razones detrás de esta realidad que debemos esforzarnos por dejar atrás. Así mismo, “a pesar de haber indicadores que reflejan el aumento de las denuncias durante la pandemia, estas pueden ser insuficientes, especialmente en las zonas rurales, por las dificultades que enfrentan las mujeres para acceder a un local seguro desde el cual llamar o no saber a quién hacerlo”, según describe AI.
Otro ejemplo muy claro que muestra la desconsideración del poder político frente a la realidad social que viven mujeres y niñas es el hecho de no haber considerado como esenciales los servicios de asistencia a víctimas de violencia. Mozambique, Sudáfrica y Zimbabue destacan como los países en los que dichos servicios no han sido tenidos en cuenta dentro de las medidas adoptadas para la contención de la propagación del virus. Defensoras de Derechos Humanos en Mozambique resaltan la raíz del problema ya que al ser las mujeres estructuralmente excluidas de los procesos de toma de decisiones, ha llevado a la no identificación y por lo tanto, a la exclusión de necesidades de mujeres y niñas en la implementación de las medidas de contención.
Cuando los pilares de una sociedad no están bien puestos, cualquier golpe, interno o externo, tiene un efecto multiplicador, cuyo centro de impacto siempre sigue siendo el mismo; los grupos más vulnerables.

Autor: Álvaro García, técnico proyectos Asociación Madre Coraje y Coordinador Radio Comunitaria de Maxaquene
Imágenes: Campanha dos 16 dias Contra a Violência de Género – 2020, de la organización WLSA (Women and Law in Southern Africa Research and Education Trust – Mulher e Lei na África austral. Moçambique) es una organizaçión no gubernamental regional (ONG), que investiga sobre la situación de los derechos de las mujeres en siete países de África Austral: Botsuana, Lesotho, Malawi, Mozambique, Esuatini, Zambia y Zimbabue.
Otras lecturas
http://forumulher.org.mz/project/impacto-do-covid-19-na-vida-das-mulheres/