Mientras la atención de la comunidad internacional se centra en la grave situación derivada de la invasión militar rusa en Ucrania que ha desencadenado una guerra de graves consecuencias para la población civil y donde se estarían cometiendo crímenes de guerra y contra la humanidad, otras situaciones de violencia y graves vulneraciones de los derechos humanos siguen activas y agravándose día a día.
A mediados de noviembre de 2021, milicianos del grupo armado congolés Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF) cometieron varios atentados en la capital ugandesa, Kampala, lo que supone un salto geográfico y cualitativo de las acciones del grupo en los últimos años. Los atentados de las ADF en suelo ugandés desencadenaron una respuesta armada de Uganda en territorio congolés, lo que puede implicar una escalada en la evolución y gravedad de este conflicto de graves consecuencias. Este operativo ugandés, además, reabre uno de los episodios más graves y mortíferos que ha vivido el continente africano en las últimas décadas, la intervención ugandesa y de otros países de la región, principalmente Ruanda y Burundi, en la conocida como Primera Guerra Mundial Africana (1998-2003), todavía en el recuerdo de la ciudadanía congolesa y de la región de los Grandes Lagos por las graves consecuencias que tuvo en RDC en términos de vidas humanas y que todavía hoy persisten en lo concerniente a la inestabilidad y violencia presente en el este del país. Tras cinco meses en territorio congolés, se desconoce el balance de la operación, pero los continuos ataques de las ADF y nuevos desplazamientos de población ponen de manifiesto la persistencia de la situación.
El 16 de noviembre de 2021 se registraron tres explosiones en la capital ugandesa, Kampala. Las explosiones, cometidas por tres atacantes suicidas, se produjeron cerca del Parlamento nacional y de la sede central de la Policía ugandesa, dejando un balance de siete personas muertas y 40 heridas. Las autoridades ugandesas atribuyeron los ataques a las ADF, reaccionando, primero, mediante arrestos masivos de posibles sospechosos en el interior del país y, posteriormente, anunciando nuevos planes para volver a desplegar al Ejército ugandés en la vecina RDC. Las ADF reivindicaron las acciones cometidas en Uganda. El 30 de noviembre las Fuerzas Armadas ugandesas informaron de los primeros ataques aéreos contra posiciones de las ADF en suelo congolés, y a principios de diciembre las tropas ugandesas entraron en territorio de la RDC tras un acuerdo con el Gobierno congolés para combatir a la insurgencia, lo que supone el retorno de las Fuerzas Armadas ugandesas a territorio congolés 20 años después.
Las ADF es un grupo rebelde islamista dirigido por combatientes ugandeses y congoleses que opera en el noroeste del macizo de Rwenzori (Kivu Norte, entre RDC y Uganda). Fue creado a mediados de los años noventa en el oeste de Uganda por la fusión de otros grupos armados ugandeses refugiados en RDC (Rwenzururu, ADF, Ejército Nacional para la Liberación de Uganda -NALU, por sus siglas en inglés-) y posteriormente pasó a llamarse ADF. En el grupo prevaleció la ideología del antiguo ADF, que tenía sus orígenes en movimientos islamistas marginales en Uganda, vinculados al movimiento islámico conservador Salaf Tabliq. Liderado por Jamil Mukulu, desde finales de los años noventa el grupo había mantenido un bajo perfil en la provincia de Kivu Norte, cerca de la frontera con Uganda, donde diferentes ofensivas militares lo habían prácticamente desarticulado, aunque fue capaz de regenerarse debido a que sus redes de financiación y su capacidad de reclutamiento se mantuvieron intactas. En sus primeros años fue instrumentalizado por el Zaire de Mobutu (y posteriormente también Kabila) para presionar a Uganda. El grupo tenía también el respaldo de Kenia y de Sudán, así como poseía un fuerte apoyo clandestino en Uganda. En un inicio pretendía instaurar un Estado islámico en Uganda, pero en los años 2000 se afianzó en las comunidades que le acogían en RDC, convirtiéndose en una amenaza de carácter local a la administración congolesa, aunque su actividad fue limitada. A principios de 2013 el grupo inició una oleada de reclutamiento y secuestros y una escalada de ataques contra la población civil, pero no fue hasta 2015, con el encarcelamiento de su líder, Jamil Mukulu, y el ascenso de Musa Baluku en su lugar, que experimentó un proceso de radicalización y ampliación de sus actividades. En 2019 las Fuerzas Armadas congolesas iniciaron una ofensiva contra el grupo que provocó una escalada de la violencia en el norte de la provincia de Kivu Norte con graves consecuencias para la población civil, debido a los impactos de las operaciones de los cuerpos de seguridad, así como por las represalias de las ADF como respuesta a la ofensiva militar. Desde entonces, este clima de violencia y acciones insurgentes ha ido en aumento, en el marco de las cuales se podrían haber cometido crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra según Naciones Unidas.
Mapa. Área operación ADF en Kivu Norte

Fuente: https://kivusecurity.org/map#
En el último año, diversos hechos alertaban de la gravedad de la situación y de la creciente militarización del conflicto. Las diversas operaciones perpetradas por las Fuerzas Armadas congolesas durante los últimos años han infringido importantes pérdidas a las ADF y se desmantelaron varios de sus bastiones. No obstante, el grupo mantuvo su capacidad de causar daños a la población civil, amplió su zona de operaciones y recurrió con mayor frecuencia a los artefactos explosivos improvisados, método de combate que no había sido utilizado por las ADF hasta finales de 2020, fecha a partir de la cual se produjo una escalada del uso de estos artefactos. Además, en agosto de 2021 se produjo otro hecho preocupante por las consecuencias derivadas, ya no solo en términos militares, sino en términos del relato que pueden construir las ADF para legitimar su existencia: el presidente congolés Félix Tshisekedi autorizó que fuerzas especiales estadounidenses dieran apoyo a los cuerpos de seguridad congoleses en sus actividades contra el grupo armado, el único de la región incluido en las listas terroristas de EEUU por su vinculación a Estado Islámico (ISIS) y considerado el más letal de la decenas de grupos armados que operan en el este de la RDC. Según el informe del Grupo de expertos de RDC publicado en junio, pese a los intentos de las ADF de proyectar su alineación con el grupo armado ISIS, no se pudo establecer si este les daba apoyo directo o ejercía funciones de mando y control sobre ellas, aunque sí se ha constatado la participación de combatientes extranjeros, que contribuyeron a perfeccionar las técnicas de construcción de artefactos explosivos. No obstante, cabe destacar que ISIS reivindicó tres ataques en la localidad de congolesa de Komanda en los que las ADF ejecutaron a diversas personas entre septiembre y octubre. Posteriormente, como si de la antesala del ataque ugandés se tratase, del 11 al 12 de noviembre, presuntos combatientes de las ADF perpetraron uno de los ataques más mortíferos en Kivu Norte durante 2021, matando al menos a 38 civiles. En respuesta a la ofensiva ugandesa de finales de noviembre, las ADF intensificaron sus operaciones militares, entre las cuales sobresalió un ataque suicida producido el 25 de diciembre en un restaurante en Beni, que dejó un balance de al menos nueve personas muertas en lo que se convirtió en el primer ataque suicida registrado en el país.
El operativo ugandés ha generado un clima de preocupación y desconfianza en el este de RDC por la escalada de las actividades militares que ha supuesto, así como por el recuerdo de la presencia ugandesa en la década de los noventa, responsable de crímenes de guerra y contra la humanidad durante la guerra congolesa; y porque el grupo armado ha demostrado tener una importante capacidad de resiliencia a pesar de las importantes ofensivas que ha sufrido. Todo ello lanza numerosos interrogantes en torno a una posible derrota militar del grupo, además de las víctimas civiles que provocará en paralelo. En este sentido esta ofensiva pone nuevamente de manifiesto la apuesta por una estrategia centrada en la securitización de las respuestas internacionales ante las amenazas a la paz y la seguridad internacional, que se está revelando como un fracaso en otros contextos porque no contribuye a reducir los impactos de las actividades de los grupos armados, sino que, a menudo, los incrementa, así como tampoco hace frente a las causas y raíces estructurales que se encuentran en la génesis de este y otros conflictos. La presencia reconocida de Uganda en territorio congolés, a la postre, viene a confirmar lo que siempre han negado otros países de la región, como son Burundi y Ruanda, los otros artífices de la Primera Guerra Mundial Africana, tal y como el mismo Grupo de Expertos de la ONU afirmó a finales del año 2020.