Un libro recorre el pasado colonial catalán en Guinea

Un ‘Petit Imperi’

Eduard Gargallo y Jordi Sant publican un ensayo histórico que pone de relieve el protagonismo catalán en la colonización de la Guinea Española.

La Guinea Española ha dejado de ser la gran olvidada. Hace años que, desde distintos ámbitos, pero sobre todo desde la Historia y la Antropología, y mayoritariamente arropados por el Centro de Estudios Afro Hispánicos de la UNED, se han publicado múltiples ensayos y obras colectivas que nos permiten conocer más a fondo la que fue la única colonia española en África negra.

En esta línea hay que situar la publicación de El Petit Imperi. Catalans en la colonització de la Guinea Española (Angle Editorial, 2021), de los historiadores Eduard Gargallo y Jordi Sant. Los autores, de la escuela africanista del CEA de Barcelona, presentan un amplio estudio que tiene como objetivo principal poner de relieve el peso que tuvo Catalunya en la colonización de la Guinea Española.

La participación catalana en los proyectos imperiales españoles es tema que ha despertado sumo interés en la historiografía catalana y española. Autores como Josep Maria Fradera, Josep Delgado, Martín Rodrigo o Eloy Martín han analizado con profundidad el papel de Catalunya en las colonias americanas, Marruecos o Filipinas. En el caso de Guinea, las aportaciones de Jacint Creus, Gustau Nerín y del propio Jordi Sant, ya hace años que enfatizan en el peso del principado en la explotación y dominio colonial de Guinea. Sin embargo, faltaba una obra que ofreciera una visión de conjunto y que, cronológicamente, abarcara desde los albores de la colonización hasta el proceso de independencia.

El arado, la cruz y el cacao

El dominio y la explotación colonial en África se sustentó, principalmente, en tres ejes. El dominio político-militar, la explotación económica y la supuesta misión civilizadora de los y las misioneras. Es en este taburete de tres patas que Gargallo y Sant ponen de relieve que la presencia catalana fue clave en dos de ellas. En primer lugar, el dominio y explotación de la Guinea Española empezó con el boom del cacao, un producto de alta demanda en los mercados europeos a raíz de las grandes transformaciones en el sector chocolatero. Y los principales capitales interesados en invertir en el negocio del cacao fueron catalanes. Terratenientes y comerciantes de perfiles distintos, desde empresas consolidadas que formaban parte de la flor y nata de la burguesía barcelonesa (Rius y Torres, Buixeras y Font, la Trasatlántica) hasta aventureros que probaron suerte en los trópicos. La presencia empresarial catalana explicaría por qué Barcelona, poco a poco, se consolidó como el principal puerto colonial de Guinea, receptor del cacao de Fernando Poo y puerto de salida de las principales exportaciones hacia la colonia. Pero no solo esto. La ciudad condal también se erigió como la sede de lobby que intentaba incidir en las políticas coloniales de Madrid, o la ciudad donde venían a estudiar muchos jóvenes fernandinos, hijos de la reducida elite colonial africana.

Pero la presencia de terratenientes y comerciantes catalanes vino precedida de la llegada de los misioneros claretianos y las misioneras concepcionistas, la mayoría de ellas también catalanas. La presencia misional fue eje vertebrador del dominio progresivo del territorio y del principal motor de aculturación de las poblaciones colonizadas, presentadas siempre como pueblos salvajes y sin cultura. Las misiones claretianas, de éxito dudable, lucharon con tesón contra la poligamia (entendida como un problema de lujuria sexual) e intentaron atraer a los bubis y los fang (las dos principales etnias de Guinea) al trabajo de las explotaciones agrícolas. En este aspecto, Gargallo y Sant no desaprovechan la ocasión para acercarnos a los claretianos más ilustres y laureados por el colonialismo español, como Ermengol Coll o Joaquim Juanola.

Café, madera y brazos, los negocios complementarios

En El Petit Imperi también encontramos capítulos dedicados a analizar el dominio y la explotación de la zona continental (Río Muni), que no se consolidó (manu militari)hasta finales de la década de 1920. Aquí también llegaron muchos catalanes atraídos por otro producto tropical estrella, el café, y sobre todo por la rentabilidad de las explotaciones forestales. Empresas catalanas como ALENA (nutrida de la burguesía catalana más selecta) y Jover son presentadas como algunas de las decanas, juntamente con sociedades vascas, también muy presentes en el continente. La explotación de Río Muni también comportó uno de los capítulos más oscuros del colonialismo español, por el intento de proporcionar a las plantaciones de cacao de Fernando Poo (deficitarias en mano de obra) trabajadores fang del continente, muchas veces bajo engaños, coacciones y violencia física. Un tema ampliamente analizado por Gustau Nerín y Enrique Martino, pero que El Petit Imperi también trata de descifrar.

La llegada de la Segunda República, no significó el cese de estos abusos de poder, pero sí que permitieron conocer de primera mano el corazón de las tinieblas de Guinea y algún que otro señor Kurtz al estilo peninsular. Periodistas catalanes, como Paco Madrid, denunciaron en la Guinea incógnita todas estas prácticas, aunque suponían más una enmienda a la gestión colonial de militares corruptos que no una crítica profunda al dominio y la explotación colonial. El lobby catalán, por su parte, no solo no se sumó a las críticas, sino que defendió a capa y espada la gestión de los gobernadores militares y la guardia colonial.

Vista actual de Malabo, Guinea Ecuatorial | Foto de la Embajada de Guinea Ecuatorial

Las guerras y el franquismo colonial

Los autores también dedican parte de su obra a analizar como las grandes guerras europeas (las dos mundiales i la civil) afectaron a Guinea y qué posturas se defendieron desde los sectores catalanes presentes en la colonia. En contra de lo que pudiera parecer, la Guerra Civil en Guinea tuvo mucha menos historia que en la Península y los nacionales rápidamente se hicieron con el control gran parte del territorio colonial. Las fuerzas de izquierda o leales a la República fueron muy minoritarias en Guinea y los grandes empresarios catalanes (y los claretianos) rápidamente mostraron su colaboración con los sublevados. De catalanismo político en los trópicos no hay evidencias, sino todo lo contrario. Algunos colonos catalanes hasta se disculparon por serlo dejando claro que “no es culpa nuestra haber nacido allí, ni es tampoco culpa nuestra que nuestros padres nos hayan enseñado a hablar en catalán” (p.139).

Gargallo y Sant contextualizan seguidamente los grandes cambios que significó la llegada del franquismo en la colonia. De hecho, los años 50 son presentados como la segunda edad de oro de la colonia, con unas explotaciones agrícolas y forestales en expansión que permitieron que una nueva generación de catalanes desembarcara en Guinea, entre los que destacarían nombres ilustres como Félix Millet, Jordi Sabater Pi o los hermanos Lasaletta.

Barcelona, si bien es cierto que perdió fuelle económico con respecto otros puertos peninsulares, siguió ejerciendo de metrópolis principal. La mayoría de terratenientes y empresarios (muchos de los cuales residían más en Barcelona que en Santa Isabel o Bata) se reunían alrededor de una nueva entidad, la Casa de la Guinea Española, que desde su sede en la Calle Condal y sus pomposas cenas en el Hotel Ritz para agasajar gobernadores o altos cargos coloniales, seguía moviendo hilos para promover unos negocios coloniales extremadamente protegidos por el régimen. De hecho, una de las principales aportaciones del libro es la constatación de que el proteccionismo ejercido por las autoridades franquistas fue la base sobre la cual se construyeron gran parte de los emporios coloniales.

Gargallo y Sant también dedican una parte de su obra a analizar las relaciones sociales en la colonia. Des del racismo legalmente institucionalizado a las prácticas abusivas en materia laboral, pasando por las relaciones de género, teñidas de machismo tropical o como se vivía la catalanidad en la colonia. Por último, El Petit Imperi analiza con sumo detalle el complejo proceso de descolonización, haciendo especial hincapié en el papel elites coloniales catalanas y sus intereses económicos. Una idea subyace en esta parte final: desde Barcelona se trabajó intensamente por mantener buenas relaciones con las nuevas autoridades guineanas. Las razones eran claras: consolidar las explotaciones agrícolas y forestales en un nuevo contexto político. Pero los hechos se precipitaron en marzo y abril de 1969 y Macías enterró el sueño neocolonial. A partir de entonces, llegó la huida y las lamentaciones. Muchos catalanes, como muchos españoles, perdieron propiedades en Guinea y sus reclamaciones al gobierno español siempre cayeron en oídos sordos. Qué curiosidad, como nos muestran los autores, que fuera Convergencia i Unió el único partido que llevo al Congreso de Diputados una propuesta para indemnizar a los antiguos colonos. Una prueba más de que aquel pequeño imperio siempre tuvo un marcado acento catalán.

Equipo de Africaye.org

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