Henri Konan Bédié exhalaba su último aliento, a los 89 años y en un hospital privado de Abiyán, el pasado 1 de agosto. Apodado Nzueba (“el Hijo del Agua”, en su lengua materna, el baulé) y también La Esfinge de Daoukro (por su afición a los proverbios baulé), se le considera una de las figuras dominantes de la política marfileña de los últimos treinta años, junto a Alassane Ouattara y Laurent Gbagbo. Deja un legado de más de seis décadas de actividad política que influyeron significativamente en el país.
Nacido el 5 de mayo de 1934 en Daoukro, una pequeña ciudad en el centro-este de Costa de Marfil, destacó entre los dirigentes del Partido Democrático de Costa de Marfil (PDCI), la formación conservadora fundada por el primer presidente del país, Félix Houphouët-Boigny. Tras la muerte de Houphouët-Boigny en 1993 y una breve crisis con Ouattara, Bédié asumió el cargo de presidente de la República. En aquel momento presidía el Parlamento y era una personalidad relativamente desconocida frente a Ouattara, que ejercía de primer ministro. De acuerdo con la constitución de entonces, la interinidad de la presidencia recaía en Bédié en caso de vacío de poder, así que asumió el cargo y acabó la legislatura de Houphouët-Boigny en 1995, antes de empezar su propio mandato tras ganar las elecciones de ese año.
El gobierno de Bédié se enfrentó a grandes retos a nivel nacional e internacional. Heredó un país traumatizado por cuatro años de políticas de austeridad (planes de ajuste estructural) impuestas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial e implementadas por Ouattara. Estas políticas eran el resultado del fracaso de la administración Houphouët-Boigny en gestionar las ganancias financieras amasadas durante la edad de oro económica del país, conocida como “el Milagro Marfileño” (1960-1980). A nivel internacional, Bédié lidió con la llegada de refugiados liberianos, huyendo del sangriento conflicto en el país vecino, en el que Houphouët-Boigny tuvo un papel activo.
El desafío para Bédié consistía en romper con la política de Houphouët-Boigny y, para lograrlo, apostó por el repliegue nacionalista. A nivel nacional, intentó enderezar una economía marcada por la devaluación del franco CFA, que redujo a la mitad el poder adquisitivo de los marfileños, agudizando las tensiones sociales. Luchó por mitigar dichas tensiones y consolidar su poder en la escena política marfileña. A nivel internacional, decidió poner fin a la injerencia de Costa de Marfil en los asuntos de otros Estados, tanto en África occidental como más allá (por ejemplo, en Angola, donde la administración Houphouët-Boigny apoyó activamente a la UNITA de Jonas Savimbi), optando por la neutralidad en lo que se denomina “la Guerra Mundial Africana”, la segunda guerra civil congoleña.
Inició una cruzada dentro de su formación política, expulsando a adversarios que más tarde crearon la Unión de los Republicanos (RDR), liderada por Djeni Kobena. Tras consolidar su poder en el PDCI, puso en marcha la controvertida política de la ivoirité (“marfileñidad”), que estigmatizó a parte de la población, especialmente procedente del norte del país. El término se relaciona con la implementación de la política migratoria de Ouattara y la nacionalización de las tierras agrícolas, que desembocaron en graves crisis entre extranjeros y autóctonos, principalmente a partir de 1998.
A nivel social, la combinación de la ivoirité y el repliegue nacionalista, que debería haber cimentado la nación marfileña, obtuvo el resultado contrario: fracturó aún más el tejido social. Esto sucedió por la fuerte tendencia de Bédié a la represión brutal y sistemática de sus opositores, política que empujó al RDR y el Frente Popular Marfileño (FPI) a aliarse contra él en el Frente Republicano. La represión se extendió a los sindicatos, especialmente contra la principal asociación estudiantil, la FESCI, cuyos miembros y líderes (Guillaume Soro y, sobre todo, Charles Blé Goudé) fueron encarcelados en repetidas ocasiones y a la prensa, donde destaca el «caso Afakaya». Este último se refiere al secuestro del director del periódico Notre Voie, Aboudramane Sangaré, miembro fundador del FPI, por las fuerzas de seguridad y una humillante paliza en el despacho del entonces ministro de interior, Gaston Ouassena Koné, pretextando la aparición de una palabrota, «Afakaya», en un artículo de prensa.
A nivel económico, Bedié no solo fracasó en suavizar los efectos de la terapia de choque del FMI: agudizó la crisis mediante una gestión calamitosa de la economía marfileña. Su presidencia estuvo marcada por varios escándalos implicando clientelismo, nepotismo y malversaciones financieras. En este ámbito, en diciembre de 1998 se descubrió una malversación de 27,4 millones de euros de la UE destinados a la salud infantil a través de sobrefacturaciones que implicaban directamente a su ministro de Sanidad, Maurice Kakou Guikahué (actual secretario general adjunto del PDCI) e, indirectamente, a la ONG “Servir”, de su ahora viuda Henriette Konan Bédié. Este escándalo hizo que Costa de Marfil no pudiera acceder a financiación de la UE o del FMI durante un tiempo.
En esta atmósfera de fuerte crisis económica y tensión social, Ouattara, que a partir de enero de 1999 tomó las riendas del RDR, anunció el 13 de septiembre de ese año: “Golpearemos a este régimen […] y caerá”. En la Navidad de 1999, el mandato de Bédié acabó brutalmente truncado por un golpe de Estado liderado por jóvenes soldados que auparon al poder a una junta militar encabezada por el general Robert Guéï. Bédié desapareció de la escena política marfileña, acusado de corrupción, y no volvería a reaparecer hasta 2001, a favor de la política de reconciliación iniciada por Laurent Gbagbo para restañar las heridas provocadas por la crisis postelectoral de 2000, que marcó su llegada en el poder.
En 2005, Bédié conformaría una alianza con Ouattara, el RHDP, con la que concurriría a las elecciones de 2010. La consecuente crisis postelectoral le llevó nuevamente al poder, pero la alianza se disolvería a partir de 2019, debido a la negativa del último a presentar una candidatura única liderada por el primero. Bédié ganaría relevancia en la crisis electoral de 2020, donde lideró el boicot de las elecciones, las campañas de desobediencia civil y un autoproclamado gobierno de transición, conformado por varios partidos de la oposición, que se hundió frente a la represión de las fuerzas de seguridad. Tras la absolución completa de Gbagbo por el Tribunal Penal Internacional en 2019 y su regreso a Costa de Marfil en 2020, Bédié se acercó a él, de vuelta en el escenario político, para crear una nueva alianza, esta vez contra Ouattara.
A diferencia de lo que esperaba transmitir al redactar su autobiografía, Chemins de ma vie (Plon, 1999), Bédié deja un legado controvertido. Héroe para algunos y traidor para otros, es cierto que inspira un cierto respeto a todos. Su desaparición deja «huérfano» al PDCI, que lideró de forma casi ininterrumpida durante treinta años, y presagia un nuevo duelo entre sus dos adversarios y aliados más prominentes: Gbagbo y Ouattara.
Foto de portada: Tommy Miles