Imágenes decoloniales desde lo participativo

“¿Hemos hecho algo neocolonial en estas últimas dos semanas de rodaje?” es una de las preguntas que el director holandés Joris Postema hace a su equipo congoleño en la película “Stop filming us”.

Este documental, que se pudo ver el pasado noviembre en el festival barcelonés L’Alternativa (seguido de un interesante debate moderado por Médicos sin Fronteras) confronta la mirada de tres artistas visuales locales de la ciudad de Goma con la del director holandés. Postema convierte su película en una investigación sobre si él mismo, como occidental, está capacitado para mostrar la realidad congoleña.

Se trata de un debate que, no por antiguo, ha perdido un ápice de relevancia: la representación de África desde la mirada audiovisual occidental. Y, más concretamente, desde las narrativas humanitarias utilizadas por ONGs y agencias de desarrollo, las cuales parten de la intrínseca necesidad de poner en relieve las crisis y sus víctimas para la captación de fondos. Cuando estas prácticas audiovisuales se producen de manera superficial y paternalista, el resultado es la perpetuación de estereotipos negativos de la población africana.

Las organizaciones humanitarias tienen una gran responsabilidad con el uso de imágenes y narrativas en sus campañas y productos de comunicación. Además de sus objetivos recaudatorios, han de contribuir a enriquecer la percepción que la población occidental tiene de las personas y los países del Sur Global, teniendo en cuenta la dignidad y la diversidad de las poblaciones representadas.

Más allá del debate sobre la dualidad “imagen positiva / imagen negativa”, la profundidad, el compromiso y la ética tendrían que configurar estas representaciones, sea cual sea su origen. Las miradas y las narrativas decoloniales han de proveer de contexto y ser capaces de analizar e imaginar otros modos de habitar el mundo.

Algunas organizaciones humanitarias llevan tiempo reflexionando sobre la representación de las comunidades africanas. Cómo dejar de mostrar a la población de manera pasiva y que su perspectiva sea tenida en cuenta. Una de las prácticas audiovisuales que garantiza estos compromisos no es nueva, pero está en auge en los últimos años: el Vídeo Participativo.

El Vídeo Participativo es un proceso colectivo que ayuda a un grupo o una comunidad a conseguir una profunda reflexión sobre su realidad y que les permite expresar sus logros y sus motivaciones por medio de la producción de una película. Los y las participantes son quienes eligen las imágenes, los temas y las narrativas, de la forma que creen que es apropiado.

En la última cumbre del clima celebrada en Glasgow, se pudo ver en algunos medios británicos una pieza de vídeo creada por comunidades indígenas africanas. Se trataba de una llamada a la acción a los líderes mundiales sobre la emergencia climática y su difusión en los media intentaba paliar la vergonzosa ausencia de las comunidades indígenas en los debates de la cumbre.

Esta pieza audiovisual era el resultado de un programa de vídeo participativo desarrollado por la organización inglesa InsightShare con seis comunidades indígenas de Kenia, Tanzania, Sudáfrica y Namibia. Los autores de la pieza son miembros de estas comunidades, sin la intervención autoral de nadie externo.

Como hemos visto, el vídeo participativo puede ser una poderosa herramienta de incidencia y sensibilización hacia las personas tomadoras de decisiones, amplificando los mensajes y la perspectiva de las propias comunidades. Aunque, generalmente, donde toma una relevancia y profundidad mayor no es con el resultado final de las piezas audiovisuales, sino en el propio proceso de producirlas.

Al ser una disciplina no reglada, existen numerosos enfoques y metodologías para utilizarla. Pero casi todas coinciden en una primera fase de ejercicios y dinámicas en las que se aprende el uso básico del equipo audiovisual, al mismo tiempo que se analizan e identifican los asuntos importantes a tratar y cómo enfocarlos. Este proceso de exploración propia y de producción narrativa suele ser muy interesante y profundo, y desemboca en la grabación y edición colectiva del vídeo, una vez el contenido ha sido consensuado por todo el grupo.

La última fase es la proyección y debate dentro de la comunidad. Aquí vídeo funciona como un espejo: ver y analizar el material grabado también anima a la reflexión y ayuda a desarrollar pensamientos y opiniones propias y un sentido de identidad. Este sentido, en comunidades africanas normalmente excluidas del debate político y alejadas de la toma de decisiones, les permite reconocerse como colectivo y ganar fuerza para difundir sus mensajes.

En los últimos años se están produciendo numerosas experiencias de vídeo participativo en África, con propósitos y temas muy diversos, desde la emergencia climática, la violencia de género y hasta la evaluación de programas de construcción de paz. Así mismo, las restricciones causadas por la Covid-19 han propiciado un aumento de las metodologías online.

Una práctica audiovisual que puede ser adaptada y utilizada para múltiples aplicaciones dentro de la acción humanitaria o de desarrollo en África, y cuyo impacto no implica únicamente la generación de contenido audiovisual, sino que también sirve como motor de transformación.

Estas prácticas participativas, unidas a un mayor compromiso ético en las campañas humanitarias, esperemos que sirvan para cuidar la manera en que representamos a las comunidades africanas, dotar de contexto, promover nuevas perspectivas. En resumen, descolonizar nuestra mirada.

Autor: Iban Colón es realizador, productor y cofundador de Panot Films, recientemente premiado en los Global Sustainability Film Awards 2021

Fotografía:  población masai realizando vídeo participativo (autora: Fernanda Baumhardt-Grojean)

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