¿En qué se parecen Guinea Ecuatorial y la Comunidad Valenciana?

España, capital Malabo

Ocurre a veces que España se empeña en parecerse a África – lo cual no es necesariamente malo ni bueno. He aquí un ejemplo de lo primero: la burbuja inmobiliaria en la Comunidad Valenciana entre 1997 y 2007 y, en particular, el ejercicio de poder personalista y clientelista que se erige en hegemónico durante la misma. Los hechos principales son de sobra conocidos: durante una década, las élites económicas y políticas aceptan cebar con crédito barato la burbuja del ladrillo. En paralelo, abrazan ideológicamente la ‘yihad urbanística’.

El resultado es un ejercicio del poder de corte (neo)patrimonialista que no difiere demasiado conceptualmente del que practicaron los partidos únicos africanos de los 70 y 80, y hoy en día regímenes como el de Guinea Ecuatorial. Hoy como ayer, el clientelismo acaba arrinconando a las formas legalistas y abstractas de ejercicio del poder. Irónicamente, también realimenta al urbanismo, y engendra patrones orientados a obtener una cierta legitimación ciudadana – complementaria al reparto de recompensas materiales. En la Comunidad Valenciana, es la era de los proyectos emblemáticos. Si en Guinea Ecuatorial el neopatrimonialismo africano fetén da a luz a la ciudad de Oyala, una utopía modernista diseñada desde la nada, en la Comunidad Valenciana el ‘neopatrimonialismo de baja intensidad’ del expresidente Camps alumbra la Ciudad de las Ciencias y el circuito urbano de Fórmula 1.

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Arriba, la maqueta de la ciudad de Oyala en Guinea Ecuatorial (foto de UNICON). Abajo, la Ciudad de las Artes y las Ciencias en Valencia, España (foto de Juandc).

 

Pero, ¿qué es el neopatrimonialismo? En los Estudios Africanos, el término explica un ejercicio del poder personalista, particular y clientelar en las antípodas de la racionalidad administrativa objetiva weberiana. Los regímenes neopatrimoniales distribuyen recompensas materiales – fertilizantes, cargos públicos o concesiones administrativas – entre sus clientes políticos para que les aseguren la aquiescencia de sus seguidores. La excelencia se alcanza en países atrapados en la maldición de los recursos – léase, petróleo y otros minerales –, en los que las recompensas materiales abundan. Es el caso de Nigeria desde su independencia, o de la Guinea Ecuatorial de las dos últimas décadas (o no).

 

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Private Patronage and Public Power, Clapham (ed.), 1982. Popularizó el concepto de neopatrimonialismo en los Estudios Africanos.

 

Nada nuevo bajo el sol, pues. En España, el caciquismo de la Restauración o la movilización del voto rural y femenino durante la Segunda República funcionaban bajo lógicas similares. Carente de una institucionalidad fuerte, España fue un Estado débil – si no fallido – hasta el Plan de Estabilización de 1959, que empezó a cambiar las cosas. Más tarde, la transición al régimen del 78 coadyuvó a un ejercicio del poder más weberiano. Pero en los ochenta y noventa el clientelismo no fue barrido, sino que encontró acomodo en algunas políticas públicas – p.ej. los favores regulatorios a grandes empresas, o determinados subsidios a poblaciones rurales. En particular, subsistió en la concesión de obras públicas y en la tramitación de expedientes urbanísticos. La burbuja inmobiliaria entre 1997 y 2007 precisamente alterará el equilibrio entre formas de poder weberianas y neopatrimoniales surgido de 1978.

Pero además del clientelismo que en los noventa corroe los controles democráticos, el Levante feliz sufre la maldición de los recursos. La Comunidad Valenciana emerge en los noventa como una ‘heliocracia’ asentada sobre miles de hectáreas generosamente bañadas por el sol y aún sin urbanizar. Una imagen que evoca la Guinea Ecuatorial de hoy, una petrocracia apuntalada por cientos de millones de barriles de petróleo. Si las autoridades de Guinea Ecuatorial extraen y refinan petróleo, obteniendo fracciones más valiosas, las administraciones públicas valencianas reordenan el suelo y lo recalifican en urbanizable.

A expensas de lo que depare el futuro, la interpretación neopatrimonialista esbozada arriba sugiere varios hallazgos. Por ejemplo, muestra hasta qué punto la ciencia política europea puede encontrar inspiración en los Estudios Africanos, y viceversa. Durante nada menos que diez años, se ha desarrollado en la periferia sur de Europa un experimento social a escala gigantesca: la administración extensiva y sostenida en el tiempo de prácticas neopatrimonialistas como las descritas en los manuales sobre política africana. El hecho de que los resultados sobre la variable dependiente – el empobrecimiento generalizado – sean similares aquí y allí resulta enormemente prometedores para la investigación comparativa del neopatrimonialismo. El mejor politólogo africanista español no habría osado concebir – mucho menos llevar a la práctica – un diseño de investigación tan audaz. Se ignora la contribución académica al Derecho y a la Ciencia Política de la tesis doctoral del expresidente Camps, ya que se niega a que otros puedan leerla. A la luz de lo anterior, sin embargo, la aportación que ya ha realizado a los Estudios Africanos en España se antoja difícilmente superable.

 

 

Foto de portada: Partido Popular de la Comunitat Valenciana

 

 

(Valencia, 1976) Hago Geografía sin credenciales de geógrafo; soy doctor en estudios africanos sin considerarme africanista; y me contrataron para hacer cooperación en Etiopía y República Democrática del Congo con un título de ingeniero. También miro mapas y me gusta viajar en tren. En mi tesis doctoral investigué infraestructuras eléctricas para averiguar algo sobre política territorial en Tanzania y Ghana.

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