Una reflexión sobre la situación desde Mozambique

COVID-19 · ¿Llegó la hora de cuestionar nuestros modelos de desarrollo?

Por el 2 abril, 2020 África del Sur , Desarrollo

Corrían las primeras horas del lunes 23 de Marzo de 2020, era plena madrugada y el país, mientras la mayoría dormía, se preparaba para la puesta en práctica de las primeras medidas de prevención frente a la inminente llegada del COVID-19 decretadas por el Presidente de la República el viernes anterior; cierre de todos los centros de enseñanza, desde preescolares hasta universitarios, creación de una comisión de expertos, prohibición de actividades colectivas de más de 50 personas, refuerzo de la seguridad en las prisiones, o la limitación del número de pasajeros en los transportes públicos, entre otras.

Casualidad o planificación, a las tres de la madrugada de ese lunes, un grupo de insurgentes atacaba el pueblo norteño de Mocimba da Praia y tomaba sus principales arterias y el cuartel de las Fuerzas de Defensa y Seguridad (FDS) del Estado. Horas después, al final del día, abandonaban la zona de forma voluntaria. Este no era ni de lejos el primer ataque en la región. Tampoco era el segundo ni el tercero, era el enésimo desde que en octubre de 2017 grupos islamistas radicalizados comenzasen a instaurar el miedo en la provincia de Cabo Delgado, a la que el gobierno, multinacionales, instituciones de inversión e instituciones internacionales han confiado el futuro de la nación, convencidos que el nuevo Dorado que yace bajo las aguas en forma de enormes reservas de gas, traerá la riqueza y el desarrollo anhelados.

Dejaremos de lado, por hoy, el debate sobre los modelos de desarrollo y de organización político-social de las naciones, no por carecer de importancia, sino por haber quedado en un provisional segundo plano, frente a la realidad que vive la humanidad actualmente. ¿O no? Tal vez todo esté conectado y esta pandemia esté directamente relacionada con los modelos de desarrollo de las sociedades actuales. Cierto, y son muchas las voces que defienden esta tesis y muchas las personas que están acercándose a la misma cada vez más. El debate que vincula la pandemia al modelo de la política global está en boca de muchos.

Haciendo un zoom a nivel de país, regresamos a la República de Mozambique. La pandemia que está lastrando algunas de las naciones presuntamente más desarrolladas, ha llegado a una de las regiones más vulnerables del planeta. Un sistema de salud debilitado que nunca ha sido capaz de garantizar una mínima calidad de servicio, falto de recursos humanos, materiales y de conocimiento. Una economía extremadamente dependiente de fondos internacionales en un momento en el que ningún país está en disposición de priorizar esfuerzos y recursos a asuntos internacionales. El COVID-19 ha llegado a un sistema económico y social aparentemente indefenso frente al ataque invisible de un agente de sus características.

Las medidas adoptadas en cierta fase de la pandemia se basan en el confinamiento en hogares, minimizando o eliminando el contacto con terceras personas, extremar las medidas de higiene, cancelación de gran parte de la actividad económica, y canalización de enormes recursos financieros a los departamentos de salud, protección social y salvaguarda de los sectores económicos del país. Además de la potenciación de las cadenas logísticas de distribución de alimentos y bienes de primera necesidad. En los países que actualmente han sufrido un mayor impacto, estas medidas han llegado en una fase demasiado tardía en la mayoría de casos, pese a las experiencias de aquellos que han ido primero.

Urbanísticamente se trata de características propicias a la rápida
expansión del virus y contra las cuales es extremadamente complejo
intervenir en contextos de emergencia y de falta de recursos.

La ciudad de Maputo, cuyo análisis sería parcialmente replicable en muchos puntos del planeta, nos sirve para señalar algunos elementos de relevancia. Urbanísticamente se caracteriza por la elevada proporción de asentamientos informales, barrios populares, o como prefiramos llamarlos. Un enorme porcentaje de población convive en pequeños espacios físicos, se da una ausencia de sistemas de saneamiento apropiados, hogares formados por uno o dos espacios en los que residen vastos agregados familiares, y espacios físicos como baño, patio y cocina compartidos entre distintas familias. Urbanísticamente se trata de características propicias a la rápida expansión del virus y contra las cuales es extremadamente complejo intervenir en contextos de emergencia y de falta de recursos.

Vayamos al componente económico. El actual desarrollo, que lejos de estadísticas de crecimiento, viene mostrándose inoperativo frente a la necesidad de acceso a recursos financieros –empleo, capacidad de ahorro y garantía de seguridad social–, avanzando con una lentitud desgastante. Hoy en día, es una minoría la población la que cuenta con un sueldo garantizado, dentro de esta minoría, es todavía mucho más ínfima aquella cuyos ingresos se ajustan medianamente al nivel de vida, y todavía menor la que tiene capacidad de ahorrar (el porcentaje de población empleada formalmente es inferior al 10% en relación a la que se encuentra en edad activa). Entre la otra mayoría, el trabajo informal en las ciudades define su principal medio de vida, siendo una actividad de lucro inmediato para cubrir necesidades de hoy, y volver a salir mañana. Las principales actividades económicas de la venta informal se desarrollan en lugares caracterizados por el confinamiento de las personas y su aglomeración, y bajo la ausencia de condiciones de higiene. Así, es una utopía pensar en políticas de confinamiento, de parar, de detenerse. ¿Qué vamos a comer yo y mi familia hoy si nos quedamos en casa?

Es una utopía pensar en políticas de confinamiento, de parar, de detenerse.
¿Qué vamos a comer yo y mi familia hoy si nos quedamos en casa?

Relacionado directamente con la necesidad de continuar con la actividad económica está la cuestión del transporte urbano. Este muestra el hacinamiento de personas en pequeños espacios y paradas repletas. Si bien es cierto que con las primeras medidas hoy la ciudad ya no está tan concurrida, sigue en constante movimiento.

El gran abanico de artistas que hacen de esta una ciudad en movimiento y con identidad propia ¿cómo sobrevivirán ahora que no hay espacios culturales abiertos y las posibilidades para adaptar en cuestión de días la cultura al mundo digital son escasas?

En cuanto a las redes sociales, estas suponen una oportunidad pero también un factor de riesgo, habiendo sido su implantación y propagación mucho más veloces que la adaptación cultural y el acceso a conocimiento sobre cómo manejarlas. Así, las fake news corren sin obstáculos y penetran en los grupos humanos sin cuestionamiento. Desde falsos remedios hasta creencias sin fundamento.

Para concluir, una noticia de actualidad. A día 29 de Marzo de 2020, Mozambique registra 8 casos confirmados –6 importados y 2 de transmisión local–, 8 días después de la detección del primero (siempre que confiemos en la versión oficial, y única con bases suficientes). El día 27 de Marzo, después de que Cyril Ramaphosa, presidente de Sudáfrica, anunciara el cierre de todas sus fronteras, se calculaba que más de 23.000 mozambiqueños, en su mayoría empleados en las minas del país vecino, regresarían a sus lugares de origen, dispersándose por todos los distritos de las provincias del sur del país. Esta cifra no considera el gran número que, por falta de documentos, cruza la frontera de forma ilegal y descontrolada. A esto se añade además la incapacidad para hacer test que limita su uso apenas a casos sospechosos.

Pero la magnitud del impacto de las medidas sudafricanas puede ser mucho mayor. Mozambique se caracteriza por una dependencia externa estructural, manifestándose en prácticamente todas las áreas de la sociedad. Gran parte de los alimentos que consumimos son importados, en su mayoría de Sudáfrica. Esta realidad económica y política viene siendo cuestionada desde varios sectores. El ex secretario general adjunto de la ONU y actual alto representante de la Unión Africana para relaciones con Europa, Carlos Lopes, definía Mozambique como “un país que no está realizando reformas para transformar estructuralmente su economía. Es más bien un país que está hundiéndose cada vez más en su dependencia rentista”.

Tal vez la actual pandemia nos permita reflexionar sobre los modelos de desarrollo, tan basados en la globalización y la dependencia, olvidando las capacidades, potencialidades y beneficios reales que tenemos si apostamos por nuestra propia producción y riqueza interna.

 

Autor: Álvaro García de Miguel – Coordinador Radio Comunitaria de Maxaquene (Maputo, Mozambique) y Coordinador de Proyectos Asociación Madre Coraje

Foto: Vendedores de fruta en el mercado de Zimpeto, Maputo, Mozambique. Por Michel Morin Jack, Wikipedia Commons.

 

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