Doria Shafik, o el feminismo que incomoda a los regímenes autoritarios

El movimiento feminista egipcio ha sido durante décadas pionero para el mundo árabe y el continente africano. La primera manifestación de mujeres egipcias organizada tuvo lugar en 1919, como parte de la lucha contra la ocupación británica. Fue recibida con violencia extrema, pero ésta no desincentivó a las mujeres, sino que condujo a una mayor movilización y a una mejor organización. Y, sobre todo, a una profunda conciencia de lucha, un proceso que ha continuado con altibajos a lo largo de los años. Pudimos comprobarlo en 2011, cuando las mujeres egipcias protagonizaron la revolución del 25 de enero y un sinfín de movilizaciones posteriores, a pesar del peligro acrecentado que su condición representaba por ‘osar’ dejar clara su agencia y hacer escuchar su voz en la esfera pública. Algo que suelen olvidar no pocos comentarios marcadamente eurocéntricos sobre estos actos es que, aunque gran parte de esta movilización no era explícitamente feminista en términos de demandas, cualquier acto de disidencia presenta un componente profundamente feminista.

Deseando sumergirme en esta historia rica en texturas, visité con ilusión una exposición organizada el año pasado por el Institut du Monde Arabe en París: la muestra multisensorial ‘Divas, D’Oum Kalthoum à Dalida’ pretendía rendir tributo a las grandes artistas femeninas de la música y el cine árabes del siglo XX. Una pequeña sala estaba dedicada a la evolución del feminismo egipcio, y cuál fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que, al igual que ocurre con la historiografía oficial y un número de escritos sobre el tema, se omitía -intencionadamente o no- el papel de una figura esencial para entender el movimiento y su evolución. Ella es Doria Shafik y, precisamente con el objetivo de que empiece a ocupar el lugar de ‘heroína’ que merece, he decidido dedicarle este artículo.

La referencia que no faltaba en aquella sala era, evidentemente, la de Huda Shaarawi, considerada como la fundadora del movimiento de mujeres en Egipto. Huda nació en una familia próspera. Siguiendo los pasos de Malak Hifni Nassef, que pidió el derecho a educación y trabajo para las mujeres, en 1908 ayudó a crear la primera organización filantrópica secular operada por mujeres egipcias. En 1923, fundó la Unión Feminista Egipcia. En ese mismo año se convirtió rápidamente en un símbolo: tras representar a la delegación egipcia en la reunión organizada en Roma por la Alianza Internacional de Mujeres, al desembarcar de su tren en El Cairo decidió arrancarse el hijab. También fue fundadora de la Unión Feminista Árabe. Se trataba de una feminista en la que muchísimas se inspiraron, sí, pero también de una nacionalista elitista y progubernamental.

Foto de Al-Ahram
Weekly | cc

Doria Shafik se convirtió en la antítesis de Shaarawi, en un icono alternativo del feminismo árabe. Una de sus citas más simbólicas lo deja claro: ‘nadie otorgará la libertad a la mujer salvo la mujer misma […] Decidí luchar hasta la última gota de sangre para romper las cadenas que atan a las mujeres de mi país’. Nació en una familia de clase media, y pronto destacó por su potencial: estudiando, por su cuenta obtuvo una de las puntuaciones más altas en Egipto para los exámenes de francés, y en 1935 fue nombrada finalista de Miss Egipto. Su despertar feminista se remonta a su primer encuentro con Shaarawi en 1928: tras ganar un concurso nacional de ensayos, fue invitada a hablar en un evento que ésta presidía. Pronto se formó una relación mentora-tutora, y Huda recurrió a su estatus para que Doria consiguiera una beca del gobierno para estudiar filosofía en la Sorbona en París. A su regreso, y a pesar de haber obtenido un doctorado (en su tesis argumentaba, ni más ni menos, que el islam permitía la igualdad para la mujer), la Universidad de El Cairo le negó un puesto de profesora debido a su belleza y costumbres liberales. Por si esto fuera poco, Doria intentó unirse a la Unión Feminista de Shaarawi. Sus esfuerzos fueron frustrados: Shaarawi y su círculo aristocrático no veían con buenos ojos su origen de clase media. Este enfrentamiento se canalizaría principalmente a través de publicaciones respectivas: la revista ‘L’Egyptienne’, establecida por la Unión Feminista Egipcia y dirigida a mujeres egipcias de clase alta, por una parte; y por otra ‘La Femme Nouvelle’ y, sobre todo, ‘Bint Al-Nil’ (Hija del Nilo), que publicaba en árabe con la clara intención de excluir a la élite del país predominantemente de habla francesa.

Shafik no abandonó. Estaba determinada a utilizar la acción colectiva para exigir un mayor papel de la mujer en la vida pública. A diferencia de Shaarawi, presionaría por los derechos políticos de las mujeres. Fue precisamente como consecuencia del fallecimiento de ésta en 1947, así como de la guerra contra Israel de 1948 (en 1946 viajó a Palestina, y quedó enormemente impresionada por el papel central que las mujeres tenían en la resistencia contra colonización británica y sionista), que Shafik decidió poner en marcha una fase más militante. Sus objetivos eran cambiar la ley que prohibía a las mujeres ocupar cargos electos, abolir la poligamia, y reformas las leyes de divorcio. En 1949, crearía la asociación Hijas del Nilo, registrado en el Consejo Internacional de Mujeres. Aunque se le acusaba de interpelar únicamente a la clase media, declaró que ambicionaba acabar con un sistema en el que se privaba a las mujeres educadas de lo que disfrutan los hombres analfabetos, y advirtió que el país no dejaría de ser una sociedad antidemocrática mientras las mujeres se vieran privadas de sus plenos derechos políticos. Su meta de erradicar el analfabetismo entre las mujeres le llevó a crear una escuela en el barrio popular cairota de Boulaq.

Foto de Aslan Media | Flickr

En febrero de 1951, convocó a 1.500 mujeres en una sala de conferencias de la Universidad Americana de El Cairo para un congreso feminista, que decidió bautizar como ‘parlamento de mujeres’. Aquel ejército de mujeres se dirigiría entonces al parlamento de hombres de Egipto – ‘el parlamento de la otra mitad de la nación’-, que lograron bloquear durante más de cuatro horas, hasta que el presidente de la cámara alta se comprometió a escuchar sus demandas. Doria fue arrestada y llevada a juicio, con el pretexto de derrocar al movimiento feminista. Sin embargo, recibió el apoyo de una importante cifra de mujeres profesionales: abogadas que acudieron en su defensa, estudiantes que peticionaron al Rey y solicitaron a los medios de comunicación internacionales que cubrieron la historia… Se había convertido en una celebridad, a nivel nacional e internacional, y el caso se pospuso sine die.

En plena campaña por la genuina independencia contra Gran Bretaña, Shafik creó una unidad paramilitar, con el objetivo de que las mujeres formaran parte de la primera línea de la resistencia anticolonial. Egipto debía cambiar, y sólo podría hacerlo de la mano de sus mujeres. En 1951, envió una brigada a rodear y cerrar una sucursal de Barclays Bank, como símbolo del dominio colonial británico. Fueron acciones como ésta las que contribuyeron a que Londres, perfectamente consciente de su perdida de popularidad, aceptara las consecuencias de la revolución del 23 de julio. En 1954, Shafik probaría una nueva táctica de disrupción: una huelga de hambre exigiendo la inclusión de las mujeres en el proceso constitucional posterior al levantamiento. Le siguieron decenas de mujeres en El Cairo y Alejandría, y su acción fue noticia en todo el mundo. Tras 10 días, la presidenta interina prometió que las mujeres tendrían plenos derechos políticos. En 1956 se incluyó el derecho al voto para las mujeres egipcias en la constitución egipcia, aunque se les exigía un requisito que los hombres no debían cumplir: saber leer y escribir, e inscribirse previamente en un registro. La discriminación seguía siendo sistemática en muchos otros campos, y en 1957 Shafik organizaría una nueva huelga de hambre.

Pero en 1957 mucho había cambiado en la arena política y social egipcia. Los medios de comunicación la acusaron de traidora. Shafik fue expulsada de la asociación que había creado. Circuló una petición en la que 27 firmas que representan a diferentes grupos de mujeres representativas del país la denostaban. Su mundo cambiaría radicalmente: se convirtió de la noche a la mañana en una figura solitaria en su cruzada contra el totalitarismo de Nasser. La represión del régimen fue tal que se intimidó a la gente para que no expresara su apoyo, siquiera compasión. Sus revistas fueron cerradas, sus documentos y archivos personales destruidos, y su nombre fue oficialmente censurado en la prensa y los libros de historia. Fue puesta bajo arresto domiciliario, poniendo fin a su carrera y activismo público de forma permanente. Se sumió en un período de reclusión casi total a la edad de 48 años, aislamiento que sólo terminó con su suicidio en 1975. Fuera de los círculos feministas egipcios, fue casi olvidada, al contrario que Shaarawi.

Si Shaarawi ofrecía caridad y feminismo apolítico desde arriba, Shafik vociferaba sus demandas desde un movimiento de base. La reacción de Nasser dejaba claro que sólo sería permitido en Egipto el feminismo estatal, del que también han sido testigo otros países árabes como Irak o Siria. El régimen de Nasser pasó a cooptar a las mujeres como parte de su estrategia y hegemonía nacionalistas, algo que también haría con trabajadores y campesinos. Implementaría medicas cosméticas y avances limitados para los derechos de las mujeres. Otros presidentes seguirían sus pasos, y Suzanne Mubarak se convirtió en símbolo destacado del ‘feminismo de Primera Dama’.

Protesta contra el acoso sexual en las calles de El Cairo, 2013 | Foto de Gigi Ibrahim | Flickr

Todo esto no quiere decir que no haya habido mujeres y movimientos feministas destacados. Nawal Al Saadawi, que perdimos hace exactamente un año, fue un ejemplo destacado de feminismo valiente, comprometido e independiente, y por ello se vio obligada a huir. Las mujeres en general, sus quejas en particular, no han dejado de ser percibidos con sospecha, por el régimen y una parte de la sociedad. Los cirujanos de hierro son perfectamente conscientes de que una genuina liberación de las mujeres va de la mano de la liberación de los pueblos, y no hay nada que puedan temer más desde sus castillos fortificados que sólo se mantienen gracias a discursos militarizados y masculinizados que el Norte Global legitima. Es precisamente desde el Norte Global que percibimos cómo nuestros gobernantes no sólo prefieren esa falsa estabilización, sino que también han intentado colarnos su inclinación por el feminismo de espacio. Un ejemplo claro fue el de Arancha González Laya, exministra de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, que, en un viaje a Egipto en 2020, enervó a feministas y conocedores del mundo árabe al mantener reuniones, dentro de su ‘política exterior feminista’, con representantes feministas estatales, algunas encargadas de reprimir a activistas feministas.

Autora

Itxaso Domínguez de Olazábal (@itxasdo) es doctora en Estudios Árabes e Islámicos por la Universidad Autónoma de Madrid e investigadora del TEIM (Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos) de la misma universidad y profesora asociada en Estudios Internacionales en la Universidad Carlos III de Madrid. Su último libro es «Palestina. Ocupación, colonización, segregación«, y está editado en La Catarata. Tiene un blog llamado discoveringmena.blog

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