El papel de las mujeres en la transición sudanesa

La revolución de Sudán en la encrucijada

En abril de 2019 se produjo el derrocamiento por parte de la cúpula militar de Sudán del presidente Omar al-Bashir, en cuya caída fueron determinantes las movilizaciones populares de la sociedad civil y en particular, de las organizaciones de mujeres sudanesas. Se estima que entre el 60 y el 70% de la ciudadanía movilizada fueron mujeres, algunas de ellas convertidas en iconos mediáticos que traspasaron las fronteras de Sudán y personificaron su revolución, como Alaa Salah. Numerosos retos tras la caída de al-Bashir siguen abiertos un año después en un país atravesado por numerosos agravios históricos entre el centro y la periferia y déficits democráticos, una profunda crisis económica, falta de justicia social y violencia de género enquistada en las instituciones y leyes del Estado.

Tras la caída del régimen, decenas de organizaciones feministas del país siguieron demandando cambios estructurales en relación a los derechos de las mujeres, solicitando ampliar su participación en los órganos ejecutivo y legislativo (al 50%), así como tener mayor presencia en las mesas de negociación en el marco de la transición. Meses después de la masiva movilización social que contribuyó al derrocamiento del régimen, diversos análisis han señalado que las mujeres siguen ausentes de los ámbitos de decisión del nuevo régimen. En octubre, seis meses después de la caída de al-Bashir, la misma Salah se dirigía al Consejo de Seguridad de la ONU en el debate en torno a la agenda de mujeres, paz y seguridad cuando se cumplían19 años del establecimiento de la Resolución 1325, destacando el papel de las mujeres sudanesas encabezando comités de resistencia, sentadas, manifestaciones, acciones de cuidado, actos de desobediencia del toque de queda, movilizaciones en medio del estado de emergencia donde fueron gaseadas, amenazadas, sufrieron abusos, encarceladas sin cargos por las fuerzas de seguridad.

¿Las mujeres, marginadas durante la fase de transición?

Pese a haber liderado la caída del régimen, diversas activistas señalaron que grupos de la sociedad civil y el Ejército empezaron a negociar en torno al futuro político del país, y las mujeres quedaron marginadas, tal y como había destacado, entre otras, Sara Abdelgalil, una de las pocas representantes femeninas en la Sudanese Professionals Association (SPA), uno de los principales grupos que organizaron las protestas. En este sentido, las mujeres activistas han remarcado que la ausencia de mujeres líderes en el nuevo régimen no se trata simplemente de una cuestión de igualdad, sino que además afecta a la calidad de la transición y, en último lugar, al éxito de la revolución. De las decenas de civiles que participaron en las negociaciones que condujeron al acuerdo de agosto de 2019, solo había una mujer, Mervat Hamadelneel, poco conocida en los círculos activistas.

En agosto el Consejo Militar (TMC) y la principal coalición opositora civil Forces for Freedom of Change (FFC) lograron un acuerdo político para la creación de un gobierno de transición, el Consejo Soberano, compuesto por seis civiles y cinco militares, en el que participan dos mujeres, Raja Nicola –jueza de la minoría cristiana copta que trabajaba previamente en el Ministerio de Justicia, cuya presencia en el Consejo Soberano fue pactada por ambas partes– y Aisha Musa al-Said –traductora, actualmente jueza e histórica defensora de los derechos de las mujeres en el país propuesta por FFC–, lo que las convierte en las primeras mujeres sudanesas en ostentar la jefatura del Estado, un hito en la historia del país. El Consejo Soberano sustituyó al TMC y supervisará al Gobierno de transición. Su primer paso fue el nombramiento del economista Abdalla Hamdok como nuevo primer ministro el 21 de agosto.

Abdalla Hamdok, firme defensor de los derechos de las mujeres, nombró a su nuevo gabinete el 8 de septiembre, en el que diversas fuentes señalaron que intentó incorporar la presencia de mujeres sudanesas como reflejo del protagónico papel que estas tuvieron en las movilizaciones. Compuesto por 18 miembros, cuenta con cuatro mujeres, incluyendo la primera mujer en ocupar la cartera de Exteriores en el país, Asmaa Abdallah. Antigua embajadora, había sido la tercera mujer en ser incorporada al Ministerio de Exteriores en Sudán y fue destituida en 1989 tras el golpe de Estado que llevó al poder a Omar al-Bashir, y perseguida y exiliada en Marruecos desde entonces, hasta que en 2018 se unió a los movimientos opositores a al-Bashir, las FFC, que contribuyeron a su derrocamiento. Como Abdalla, otras mujeres sudanesas fueron marginadas, perseguidas por el régimen de al-Bashir y, en algunos casos, acabaron exiliadas, como es el caso del principal icono feminista del país que también ha sido reivindicado estos meses en las calles sudanesas, la escritora Fatima Ahmed Ibrahim, la primera mujer parlamentaria sudanesa en 1965, que murió en Londres en 2017.

El nuevo Gobierno se constituyó según la Declaración Constitucional acordada el 4 de agosto, que establecía que las mujeres debían ocupar el 40% en todos los niveles del Gobierno, por lo que se incumplió el acuerdo, al no alcanzar ni la cuarta parte del Gabinete. En los meses posteriores a la caída de al-Bashir, el TMC fue recordando que la ley islámica debía seguir siendo la fuente de la que derivara la legislación, ante los intentos del FFC y otros sectores de que no se incorporara en la Constitución de transición del país y de instaurar una mirada más laica en las instituciones del Estado. El gabinete conducirá el país durante el periodo de transición iniciado en agosto de 2019 hasta la celebración de elecciones generales en 39 meses.

Activistas sudanesas remarcan que la mayoría de los partidos

políticos que están negociando en nombre de la población sudanesa

no recogen los retos y demandas planteados por las mujeres

Diversas organizaciones han elevado críticas hacia el liderazgo de los grupos de la sociedad civil que han estado negociando la transición política, las FFC, que han sido más proclives a construir un compromiso con la Junta Militar que con la población a la que se supone que representaban. Hala Y Alkarib, directora regional del Strategic Initiative for Women in the Horn of Africa (SIHA), destacó que la mayoría de los partidos políticos que están negociando en nombre de la población sudanesa no recogen los retos y demandas planteados por las mujeres, por lo que las mujeres no están interesadas en sumarse a ellos.

Retos y riesgos del Gobierno Hamdock

Las decisiones tomadas a finales de noviembre de 2019 por el gabinete de Hamdock, relativas a la disolución del partido de Omar al-Bashir, el National Congress Party (NCP), la confiscación de sus propiedades y la inhabilitación de sus miembros por 10 años, y sobre todo, la eliminación de la ley de orden público (que coartaba la forma de actuar y vestir de las mujeres en público) han desatado el optimismo, ya que se trataban de algunas de las principales demandas de la ciudadanía, incluyendo las mujeres, durante las revueltas. Este clima se ha reforzado en febrero de 2020 con el anuncio por parte del Gobierno de que Sudán accede a entregar al ex presidente al-Bashir a la Corte Penal Internacional (CPI) para que haga frente a los cargos de crímenes de guerra y contra la humanidad que pesan sobre él. Este acuerdo ha sido alcanzado en el marco de las negociaciones de paz entre los actores armados insurgentes de Darfur y el Consejo Soberano, decisión que puede contribuir a fortalecer la transición en el país y a la misma CPI, así como la lucha contra la impunidad y las graves vulneraciones de los derechos humanos cometidas durante los últimos 30 años, según diferentes análisis. El arresto del antiguo ministro de Exteriores Ali Karti, por su papel en el golpe de Estado que encumbró en el poder a Omar al-Bashir, así como por su implicación en crímenes cometidos por el Estado en los años noventa en el sur de Sudán (actual Sudán del Sur) y en la región de Darfur, liderando la fuerza paramilitar Popular Defence Forces, va en la misma dirección.

La entrega del expresidente Omar al-Bashir a la CPI,

que responde a las demandas de organizaciones de mujeres,

puede contribuir a fortalecer la transición en el país y a la misma CPI

Sin embargo, el atentado con bomba sufrido por el primer ministro Abdalla Hamdock el 9 de marzo de 2020, del que ha salido indemne, pone de manifiesto la existencia de numerosas resistencias por sectores del antiguo régimen y castrenses que evidencian los importantes retos y riesgos de involución que el país afronta. Hamdock, necesitado de recursos económicos, ha decidido reducir el gasto militar, que actualmente absorbe el 80% del presupuesto nacional, decisión valiente pero a la vez arriesgada por el poder que ostentan las élites de las Fuerzas Armadas en el país.

Los próximos meses serán decisivos para apuntalar el nuevo Sudán post al-Bashir y evitar que el antiguo régimen se fortalezca entre los rescoldos de la revolución. El apoyo de la UA y de la comunidad internacional será decisivo, aún más si cabe ante la coyuntura global derivada de la crisis provocada por la pandemia del Covid-19, que puede reorientar las prioridades económicas de la comunidad internacional. Sudán necesita de forma prioritaria salir de la lista de grupos terroristas de EEUU en la que se encuentra desde 1993, lo que le limita a la hora de acceder a la asistencia del BM y del FMI y a la inversión extranjera. La crisis económica que sacude Sudán, según diversos análisis, es también fruto de la era al-Bashir, que ha permitido que una élite se haya enriquecido a su costa, élite que sigue ocupando una posición influente en la transición. Esta última cuestión es la que frena a EEUU y otros actores a responder afirmativamente a la petición de apoyo de Hamdock, esperando nuevos cambios en la promoción de los derechos humanos y la lucha contra el terrorismo. No obstante, esta estrategia de presión, sumada al parón global derivado de la pandemia del Covid-19, que ya afecta a más de 30 países africanos, entre ellos Sudán, con los sistemas sanitarios públicos más débiles del mundo y con pocos recursos, pueden ahogar al país en esta fase decisiva.

El apoyo de la comunidad internacional será decisivo,

aún más si cabe ante la coyuntura global derivada de

la crisis provocada por la pandemia del Covid-19

El nuevo Gobierno, que conducirá el país hasta las elecciones generales que deberían celebrarse en 2022, afronta numerosos retos e incluso riesgos de involución, pero sus primeros pasos con relación a las negociaciones de paz con los movimientos político-militares y a nivel político con los cambios iniciados respecto al legado político de al-Bashir son lentos pero esperanzadores. Es imprescindible contribuir a apuntalar los logros que está consiguiendo la ciudadanía sudanesa, liderada por sus mujeres, para fortalecer las ansias de cambio del nuevo Sudán.

Texto extraído de: Josep María Royo Aspa, “¿Dónde está la revolución sudanesa y sus mujeres?”, Apunts ECP de Conflictes i Pau, nº1, Escola de Cultura de Pau, Barcelona, marzo de 2020.

Foto de portada: Sebastian Baryli

(Tortosa, 1977). Politólogo y Máster en RRII, intento moverme en lo local teniendo siempre un ojo puesto en lo global. Creo que las guerras son una invención social, por lo que está en nuestras manos acabar con ellas. Interesado en los conflictos y los procesos de paz en África. Milito en la máxima de que el conocimiento tiene que ir de la mano del activismo transformador de carácter noviolento. Me quedo con las palabras de Walter Benjamin: “Es tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica está consagrada a la memoria de los que no tienen nombre.”

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