Geopolítica en el Cuerno de África

Una oportunidad para la construcción de paz

Cuando se cumple un año de la subida al poder de Abiy Ahmed, la revolución democrática etíope y sus consecuencias regionales siguen en marcha, aunque numerosos retos siguen abiertos.

 

El conflicto entre Eritrea y Etiopía

El histórico acuerdo de paz entre Eritrea y Etiopía de septiembre de 2018 ha sido el resultado de numerosas complicidades a ambos lados del Mar Rojo e importantes cambios en Etiopía que han generado un extraordinario escenario en el que se han desencadenado diversas iniciativas de paz y nuevos acuerdos entre sus vecinos. Estas iniciativas, derivadas de la mejora de las relaciones entre Eritrea y Etiopía, permanecían congeladas hasta el momento debido a que ambos países llevaban a cabo una guerra fría entre ellos a través de su geopolítica regional de alianzas en el Cuerno de África y la política de guerra por delegación, mediante el apoyo a las insurgencias respectivas. El nuevo escenario derivado de este proceso ha creado un momentum para la paz en el Cuerno de África, no exento de riesgos, ya que se asienta sobre elementos de fragilidad endógenos y un complejo entramado de relaciones entre los países de la región y sus vecinos de la Península Arábiga, que compiten por ampliar sus áreas de influencia.

El acuerdo de paz alcanzado entre Eritrea y Etiopía ha puesto fin a veinte años de confrontación, proceso que ha mantenido en vilo a diversos países de la región por el entramado de alianzas existentes entre los vecinos del Cuerno de África. En 1993 Eritrea se independizó de Etiopía, aunque la frontera de 1.000 km entre ambos no quedó claramente delimitada, lo que les enfrentó entre 1998 y 2000, causando más de 100.000 víctimas mortales. Etiopía no aceptó el dictamen de la Comisión Fronteriza entre Eritrea y Etiopía (EEBC), que asignaba la disputada localidad fronteriza de Badme a Eritrea. Esta, impotente ante el incumplimiento de la decisión, presionó a la misión de la ONU (UNMEE), establecida para supervisar la separación de las tropas, y forzó la retirada de esta misión en 2008.

Desde entonces, los dos Estados mantuvieron una situación caracterizada por un clima de preguerra permanente, con la presencia de centenares de miles de soldados en la frontera común, enfrentamientos esporádicos y una retórica beligerante. Ambos se han dedicado a armar y acoger a las insurgencias respectivas, en un clima de guerra por delegación. Además, Etiopía ha sido un importante aliado de Estados Unidos en el Cuerno de África, por lo que el Consejo de Seguridad de la ONU decidió, en 2009, imponer una batería de sanciones y un embargo de armas a Eritrea por su supuesto apoyo a la insurgencia somalí de al-Shabaab y otros movimientos insurgentes que atentaban contra Etiopía. La ocupación de Ras Doumeira por parte de Eritrea en 2008, hasta el momento bajo soberanía de Djibouti, pero sin un acuerdo definitivo en torno a la cuestión fronteriza, y la negativa a aceptar una resolución de la situación, en 2011, provocaron el endurecimiento de las sanciones y el aislamiento de Eritrea.

El factor Abiy Ahmed

Desde inicios de 2018, en menos de seis meses, esta situación ha dado un vuelco de 180 grados. En junio, Etiopía anunció la aceptación de la delimitación fronteriza y, entre julio y septiembre, se formalizó la paz entre ambos países. La rapidez con que se han producido estos cambios no hubiera sido posible sin la visión y la voluntad política del nuevo primer ministro etíope, Abiy Ahmed. Su nombramiento fue determinante para la evolución de esta situación aunque, según algunas fuentes, el proceso ya se había empezado a gestar durante el último año de gobierno de Hailemariam Desalegn. En febrero de 2018, se produjo la renuncia del primer ministro Hailemariam Desalegn ante la presión social interna y, en marzo, fue nombrado Abiy Ahmed por parte de la coalición gobernante Ethiopian People’s Revolutionary Democratic Front (EPRDF).

Abiy Ahmed, miembro de la comunidad oromo, antiguo oficial de inteligencia militar y diputado, fue propuesto por el Oromo Democratic Party (ODP), que es uno de los cuatro partidos que conforman la coalición gobernante EPRDF, que a la vez es la comunidad mayoritaria y también la principal marginada del desarrollo económico que ha experimentado el país en los últimos años, una de las principales reivindicaciones de la movilización masiva que ha azotado al país desde 2015. Es necesario tener en cuenta que las decisiones tomadas por Abiy Ahmed tienen sus antecedentes en las amplias movilizaciones previas. La población etíope es consciente de que el reciente cambio político se ha  logrado gracias a las duras y persistentes protestas populares de los últimos años.

Ya en su discurso inaugural, en abril, Abiy Ahmed prometió la paz con Eritrea. El 5 de junio de 2018 anunció que aceptaría el dictamen de EEBC. En unos pocos meses, Abiy levantó el estado de emergencia en el país, ordenó la liberación de miles de prisioneros, permitió que los disidentes regresaran a sus hogares y desbloqueó cientos de sitios web y canales de televisión. Además, alcanzó acuerdos de paz con las históricas insurgencias de Oromiya y de Ogadén, el OLF y el ONLF, respectivamente, lo que fue visto con entusiasmo y esperanza por la mayoría de la población.

La construcción de paz como ventana de oportunidad e instrumento de política exterior

El acercamiento entre Eritrea y Etiopía responde a la culminación de conversaciones y contactos no públicos durante 2017, promovidos por Estados Unidos y, sobre todo, por Emiratos Árabes Unidos (EAU) y su aliada Arabia Saudita, que han incrementado su protagonismo en el Cuerno de África. Este protagonismo político árabe responde a unas motivaciones económicas y, especialmente, a una estrategia geopolítica: expandir su ascendencia en la zona limitando la influencia de otros actores. Según diversos analistas, la guerra en Yemen y las rivalidades entre los países del Golfo Pérsico se encuentran entre las principales razones que ponen de manifiesto esta creciente influencia y tensión de dimensiones regionales, entre tres grupos de países que pugnan por la hegemonía regional: el eje árabe (liderado por Arabia Saudita y EAU, que incluye países como Egipto y Bahrein), el eje iraní y el eje Turquía-Qatar. Este interés se ha manifestado a través de alianzas políticas, ayuda humanitaria, inversiones, acuerdos para el establecimiento de bases militares y contratos para la construcción o ampliación de puertos comerciales.

El aislamiento de Eritrea por parte de la comunidad internacional ha permitido una creciente influencia de EAU en este país durante la última década. Arabia Saudita está construyendo una base militar en Djibouti y EAU ya dispone de una en Assab (Eritrea), desde donde ambos países lanzan sus operaciones militares contra Yemen. La compañía de Abu Dhaby DP World dispone de millonarios contratos para desarrollar los puertos somalíes de Berbera (Somalilandia) y Bosaso (Puntlandia). Por su parte, Qatar y Turquía también están fuertemente implicados en Somalia: además de múltiples inversiones, Turquía dispone del control del puerto y aeropuerto de la capital, así como de una base militar. Somalia se está viendo sometida a fuertes presiones por parte de estos dos ejes, lo que está provocando una crisis interna entre los estados federales de Somalia (apoyados por EAU) y el Gobierno Federal de Somalia (aliado de Qatar y Turquía).

Etiopía se ha mantenido al margen de estas rivalidades regionales y, en paralelo, ha conseguido atraer las inversiones necesarias para su país a través de los incentivos propuestos por EAU y Arabia Saudita derivados de la paz con Eritrea y, sobre todo, la diversificación de la salida al Mar Rojo de su creciente economía, lo que también repercute económicamente para Eritrea. Eritrea y Etiopía deseaban este acuerdo de paz, pero necesitaban una serie de alicientes económicos y diplomáticos para convencer a los sectores más recalcitrantes en ambas partes.

Los espejos de la construcción de la paz

El proceso de paz entre Eritrea y Etiopía también ha derivado en la normalización de las relaciones entre Eritrea y Djibouti. El puerto de Djibouti supone el 95% de las exportaciones e importaciones de Etiopía. Qatar había intentado, desde 2008, mediar entre Eritrea y Djibouti en la disputa por Ras Doumeira, alcanzando un acuerdo en 2010 según el cual ambos países acordaron el establecimiento de una misión de observación del alto el fuego de la zona en disputa, organizada por Qatar. Sin embargo, en junio de 2017, Qatar retiró su misión como consecuencia del apoyo de ambos países a Arabia Saudita en su oposición a Qatar por estar respaldando el islamismo radical y a Irán, acusación que Doha negó pero que generó una importante crisis diplomática entre los países del Golfo Pérsico y un alineamiento de los actores en torno a los diferentes liderazgos regionales.

Aunque el contencioso sigue pendiente de resolución, el 7 de septiembre de 2018 ambos países anunciaron la normalización de sus relaciones tras una visita del ministro de Exteriores eritreo a Djibouti. Este hecho vino precedido, en julio, por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Eritrea y Somalia –Etiopía ha sido un importante aliado de Somalia en su lucha contra al-Shabaab, por lo que la paz entre Etiopía y Eritrea abre las puertas a la mejora de las relaciones con su vecino mutuo– tras años de acusaciones del Gobierno somalí sobre el supuesto apoyo eritreo a la insurgencia somalí, que se había plasmado en las sanciones de la ONU a Eritrea.

Esta normalización de las relaciones entre Djibouti y Eritrea también vino precedida a principios de septiembre de una reunión en Asmara de los presidentes somalí, eritreo y el ministro de Exteriores etíope. Para Eritrea, la resolución de este contencioso era la última traba para facilitar el levantamiento de las sanciones de la ONU y el fin de su aislamiento internacional. Mientras, para Djibouti, la paz con Eritrea reduce los riesgos de verse aislada en el contexto regional por su alta dependencia de Etiopía y por sus incómodas alianzas internacionales (las bases militares de Francia, Estados Unidos, China y Japón en Djibouti suponen estratégicos ingresos para el país, pero también una fuente de rechazo a nivel doméstico).

Retos pendientes

Estos importantes avances pueden verse ensombrecidos por diferentes cuestiones. En primer lugar, a nivel doméstico, las decisiones tomadas en Etiopía no han contado con el apoyo de la vieja guardia, dominada por el Tigrayan People’s Liberation Front (TPLF), uno de los cuatro partidos de la coalición gobernante, el EPRDF, y han generado recelos entre sectores militares; pero sí han contado con un importante apoyo popular. Cabe tener en cuenta que todos estos avances no hubieran sido posibles sin la persistente lucha y movilización de la sociedad civil etíope en los últimos años, que ha tenido un coste de centenares de víctimas mortales, vulneraciones de derechos humanos, represión, malos tratos y prisión para miles de manifestantes. En este sentido, si bien durante el último año, Abiy Ahmed y su viceprimer ministro Demeke Mekonnen han introducido numerosas reformas en el EPRDF que podrían significar el fin del partido autoritario de antaño, el 23 de junio de 2018, días después del anuncio del primer ministro de la aceptación del dictamen sobre la decisión fronteriza, se produjo un atentado en un mitin del primer ministro en el que murieron dos personas y decenas resultaron heridas.

Los importantes pasos dados deben asentarse con la puesta en marcha de reformas estructurales a nivel legislativo e institucional para fortalecer la democracia y la gobernabilidad, tal y como destacaba uno de los principales líderes políticos retornados en septiembre a Etiopía, Berhanu Nega, que dirige Ginbot 7, movimiento político que dejó de ser considerado grupo terrorista tras el ascenso al poder de Abiy Ahmed. En el caso de Eritrea, la apertura de la frontera ha provocado que miles de eritreos hayan buscado refugio en Etiopía en los últimos meses, como consecuencia de la pobreza y la ausencia de libertades, lo que pone al descubierto la situación de Eritrea.

En segundo lugar, con relación al proceso de paz entre Eritrea y Etiopía, aunque los dos han llevado a cabo numerosas medidas para favorecer un clima de confianza en los últimos meses, como la reanudación de vuelos, la apertura de comunicaciones telefónicas y las reunificaciones familiares, la frontera continúa siendo una de las zonas más militarizadas del planeta con la presencia de centenares de miles de soldados de ambos países y la diseminación de un número indeterminado de minas antipersona. Es imprescindible una supervisión regional e internacional de la desmilitarización de la frontera para evitar que pueda producirse una involución en el proceso.

En tercer lugar, cabe destacar la política de alianzas que ha contribuido a tejer las diferentes iniciativas de paz y que también han contribuido a generar tensiones crecientes, tal y como pone de manifiesto la situación en Somalia, al borde del conflicto entre las regiones y el Gobierno Federal como consecuencia de esta pugna en la geopolítica regional, en la que EAU puede contribuir positivamente.

A pesar de los numerosos desafíos y dificultades presentes, el histórico escenario regional de paz debe ser aprovechado por los países vecinos y por la comunidad internacional, por lo que es imprescindible fortalecer estas iniciativas de paz y velar por que los acuerdos tengan suficiente respaldo doméstico para que no dependan de la coyuntura política favorable y, a la vez, puedan contribuir a la democratización, a la mejora de la gobernabilidad de Eritrea y Etiopía y supongan un impulso para promover la paz en el resto de situaciones de violencia política y conflicto abiertas en la región, evitando que las viejas guardias perciban estos procesos como una pérdida de privilegios que pueda derivar en una involución de la situación.

 

Artículo original publicado en Escola de Cultura de Pau (2019) Alerta2018! Informe sobre conflictos, derechos humanos y construcción de pazEditorial Icaria, Barcelona (en fase de publicación).

Fotografías del autor en Etiopía y Djibouti.

(Tortosa, 1977). Politólogo y Máster en RRII, intento moverme en lo local teniendo siempre un ojo puesto en lo global. Creo que las guerras son una invención social, por lo que está en nuestras manos acabar con ellas. Interesado en los conflictos y los procesos de paz en África. Milito en la máxima de que el conocimiento tiene que ir de la mano del activismo transformador de carácter noviolento. Me quedo con las palabras de Walter Benjamin: “Es tarea más ardua honrar la memoria de los seres anónimos que la de las personas célebres. La construcción histórica está consagrada a la memoria de los que no tienen nombre.”

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