El despertar de las fuerzas armadas africanas

Análisis del golpe de Estado en Guinea

Por el 9 septiembre, 2021 África Occidental , Política

El pasado 5 de septiembre las redes sociales se inundaron con imágenes de militares anunciando la toma del poder en Guinea, seguidas de las del ahora expresidente guineano, Alpha Condé, rodeado por los soldados encapuchados que perpetraron el golpe de Estado. Unos meses atrás, el 19 de abril, otros militares derrocaron a Idriss Déby en Chad y, hace poco más de un año, sucedía lo mismo en Mali. Este regreso de los golpes de Estado al continente urge al análisis de la situación guineana, poniéndola en perspectiva con situaciones similares previas para poder prevenir este tipo de escenario.

Los derrocados

Los líderes derrocados por los militares en Guinea, Mali y Chad eran buenos “amigos de Francia”. Ibrahim Boubacar Keita (IBK) lloró a los muertos de Charlie Hebdo en París en 2016; Alpha Condé se relaciona con Bernard Kushner y Vincent Bolloré; Idriss Deby ejerció de aliado preferencial de Francia en sus tres últimas misiones en África: Serval, Sangaris y Barkhane. Además, los pronunciamientos  ocurrieron en un contexto de elecciones contestadas: legislativas en Mali y presidenciales en Chad y Guinea. El golpe de Estado en Guinea sucedió a la crisis política que oponía a Condé y una coalición de partidos de oposición y de la sociedad civil guineana denominada Frente Nacional de Defensa de la Constitución (FNDC). Se daba por hecho que Condé había logrado reducir al silencio la contestación de su tercer mandato inconstitucional, tras matar a decenas de manifestantes y encarcelar a centenares de opositores. Además, volvía a ser “frecuentable” en encuentros internacionales: de hecho, Condé visitó oficialmente Alemania a finales del pasado agosto.

Los golpistas

Quienes dirigieron los golpes de Estado en estos tres países son oficiales superiores relativamente “jóvenes”. Mamady Doumbouya es teniente coronel del ejército guineano a sus 41 años, mientras que Assimi Goita  es un coronel de 38 años. El hijo del presidente derrocado en Chad, Mahamat Déby Itno, es el más joven del grupo (37 años) y también quien ocupa el puesto jerárquico más alto de los tres: general de ejército. Ninguno es un producto exclusivo de las academias militares de su país. Doumbouya, en concreto, se formó en la escuela de Guerra de París y sirvió en la Legión Extranjera francesa, donde operó en enclaves como Afganistán o República Centroafricana. Es curioso también que medios y analistas no encuentren relevante una posible conexión entre el golpista guineano y Francia, aunque sirvió más tiempo en el ejército galo (hasta 2018) que en el de su país (desde 2018), mientras que airearon la sospecha de que Goita mantenía vínculos con Rusia por haber realizado parte de su formación ahí.

El golpe de Estado de Guinea se diferencia en que parece buscar el desarraigo del régimen Condé

Los pronunciamientos

Los golpes de Estado de Guinea y Mali fueron obra de unidades de élite que disponían del mejor equipamiento y armamento militar. Además, sus cabecillas eran figuras muy próximas al poder. Doumbouya es el jefe de una fuerza antiterrorista de élite creada por el propio Condé, mientras que Goita estaba destinado en la base militar maliense más prestigiosa, Kati. Déby, por su parte, es el hijo del presidente chadiano depuesto.

En Guinea y Mali, los militares lanzaron golpes de Estado tradicionales, mientras que en Chad se impidió la aplicación de la constitución cuando el presidente ganó las elecciones y debía ser investido. Esta autosucesión rutinaria quedó truncada al morir Déby en circunstancias turbias, durante una batalla contra los rebeldes de las Fuerzas por la Alternancia y el Cambio en Chad. Se puede decir que Chad y Guinea intercambiaron sus formas tradicionales de toma del poder por militares, ya que Chad tiene una larga historia de derrocamientos de jefes de Estado en ejercicio, mientras que Guinea se “especializaba” en la toma del poder para impedir la transmisión constitucional del mismo.

Los militares de Mali y Chad no tuvieron resistencia, mientras que la caída de Condé siguió a horas de violentos enfrentamientos en la capital guineana, Conakri, que opusieron a la guardia republicana y la fuerza de élite antiterrorista liderada por Doumbouya, el GPS.

El final común de todos estos movimientos es el anuncio de una transición militar hacia un gobierno civil. En Mali, la dirección de la transición corresponde al Consejo Nacional de Salvación del Pueblo (CNSP) y, en Chad, al Consejo Militar de Transición (CMT). Guinea se suma a esta tendencia con una junta militar denominada Comité Nacional de Reconciliación y de Desarrollo (CNRD), liderada por Mamady Doumbouya.

Finalmente, el golpe de Estado de Guinea se diferencia en que parece buscar el desarraigo del régimen Condé. Mientras que los pronunciamientos de Mali y Chad se dirigieron al acaparamiento del poder ejecutivo, suspendiendo la constitución y el parlamento, la junta militar guineana ha eliminado toda presencia de la administración anterior. Además, aunque la junta prometió a los antiguos colaboradores de Condé que no se desataría una “caza de brujas”, también ha precisado que dejarán actuar a la justicia y han requisado sus pasaportes.

Alpha Condé en 2017 | FLICKR

Reacciones

Tanto el CNRD guineano como el CNSP maliense gozan de un fuerte favor popular, ya que se les percibe como liberadores. En Chad las cosas difieren un poco y, aunque Deby llevaba tres décadas en el poder y gobernó con mano de hierro, se organizaron protestas  contra  el CMT y la violación del orden constitucional. Por otro lado, la comunidad internacional condena los dos golpes de Estado donde las poblaciones manifestaron su apoyo a la acción de los militares y apoya a la junta chadiana.

El caso de Mali es paradigmático. La CEDEAO suspendió las relaciones comerciales con el país y lo aisló cerrando sus fronteras. En Guinea, se limitaron a condenas verbales y peticiones de liberación del expresidente Condé. Se llegó a exigir el respeto a la democracia guineana, eludiendo el hecho de que el mismo Condé fue el que acabó con ella al modificar la constitución para mantenerse en el poder un tercer mandato. En Chad, se apoyó a la junta para “favorecer” la transición pacífica a un gobierno civil que nos parece muy improbable.

Conclusión

La irrupción del CNRD en la escena política guineana es un acontecimiento atípico, contrariamente a lo que explican algunos expertos que recuerdan el pasado golpista del país. El carácter peculiar de este golpe de Estado se refleja en tres aspectos principales.

En primer lugar, es la primera vez que el ejército derroca a un presidente en ejercicio. En segundo lugar, aunque Condé fuera víctima de su embriaguez de poder, también fue el primer presidente de la historia guineana elegido en unos comicios que se podrían calificar de democráticos, allá por 2010. En tercer lugar, la nueva junta decapitó por completo el régimen de Conde, borrando todas sus huellas.

Este golpe de Estado se corresponde con los patrones de los distintos golpes ocurridos en la región y subraya la necesidad que tienen los Estados africanos de dotarse de “instituciones fuertes” que garanticen el respeto estricto de las leyes nacionales. El derrocamiento de Condé (al igual que el de IBK) pone de relieve los fallos de la propia comunidad internacional y, en particular, de la CEDEAO y la Unión Africana para prevenir, gestionar o solucionar las crisis políticas en el continente.

La situación actual de Guinea es un fracaso de la comunidad internacional en su conjunto, del que debe aprender una lección  importante. Los cambios de la constitución por parte de jefes de Estado que quieren aferrarse al poder son una práctica muy común en el continente y hay que tratarlos como lo que son: golpes de Estado. Las elecciones no son, por sí mismas, una garantía de democracia y los gobiernos apoyados por la comunidad internacional, si además no trabajan para los pueblos a los que deben someterse, no alcanzarán jamás la legitimidad.

Es necesario encontrar soluciones políticas a las crisis políticas antes de que llegue una intervención militar y la comunidad internacional debe acabar con la práctica del doble rasero.

(Yamusukro, Costa de Marfil, 1989). Doctorando en Territorios y Sociedad (Departamento de Ciencias Históricas) en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) y licenciado en Historia, especialidad de Relaciones Internacionales, en la Universidad Félix Houphouët-Boigny (UFHB). Máster en Relaciones Hispanoafricanas por la ULPGC. Autor de "La Françafrique vista desde el Sur", ensayo publicado con Ángeles Jurado Quintana por la ULPGC y que quedó finalista en el I Premio de Ensayo La Catarata.

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