Sonrisas y lágrimas: las promesas del libre comercio en África

Carlos Lopes desprende un aura especial. Este hombre bajito y afable transmite su sabiduría con la tranquilidad que da saber que llevas mucho tiempo trabajando por un objetivo. Cuando enumeran su largo currículum, se limita a asentir con la cabeza amablemente y esperar su turno para empezar el discurso al que ha dedicado toda su vida. Este economista, nacido en Guinea-Bissau, es, probablemente, uno de los intelectuales con más influencia en el continente africano, y estuvo a principios de octubre en Barcelona. En la capital catalana hizo dos charlas y dio entrevistas a algunos medios de comunicación, pero todo ello formaba parte de la misma estrategia: explicar cómo la nueva África va a salir de los problemas que ha arrastrado durante las últimas décadas.

Ante académicos, estudiantes y empresarios, Lopes muestra un conocimiento vasto de todos los países del continente, desde la producción de mantequilla en Ruanda hasta el estado de las manufacturas etíopes, pasando por los pagos a través del móvil en Kenia o los movimientos de capital en Sudáfrica. En su cerebro hay cifras, historia y anécdotas amables, como la que le permite conectar con un público que apenas sabe nada de Guinea-Bissau: “Ahora ya no es así, gracias a Ansu Fati”, sonríe, al empezar sus exposiciones. El jugador del Barça, con apenas 16 años, ha logrado poner el nombre de su país en los medios locales, y es una muestra clara de las migraciones África-Europa. Fati es la excusa para hablar de las remesas de los migrantes, que superan a la ayuda a la cooperación. Esa idea apuntala una de las ideas fuertes del discurso de Lopes: los propios africanos, con sus recursos, serán los que contribuyan a cambiar el continente, más que las ayudas que puedan llegar desde los países occidentales.

Carlos Lopes es el Alto Representante de la Unión Africana para las negociaciones con Europa, y no duda en describir algunos de los tratados comerciales entre los dos continentes como “neocoloniales”. El economista lamenta que, en la teoría, los tratos sean igualitarios y busquen la mejora de ambas partes pero que, de facto, sirvan para perpetuar los roles que han funcionado durante siglos: África es proveedora de materias primas y mano de obra barata; Europa absorbe rentas, con las que financia su industrialización para acabar vendiendo de vuelta los productos manufacturados a los africanos. Para resolver ese conflicto enquistado, Lopes propone aprovechar las ventanas de oportunidad para escalar industrialmente, y su receta pasa por un gran plan que apareció recientemente en los medios de todo el mundo: el tratado de libre comercio entre países africanos. Este tratado fue firmado por prácticamente todos los países del continente –solamente Eritrea quedó fuera- y ha venido acompañado de grandes cifras: millones de dólares, empleos, crecimientos de varios dígitos de los PIB. La unión de la tecnología, un gran mercado, la educación y el libre comercio generarán un círculo virtuoso que permitirá que África pegue un gran salto, aunque Lopes se apresura a negar la metáfora de los “leones africanos”, e ironiza señalando que los leones machos son perezosos, y que son las hembras las que hacen todo el trabajo.

Uno de los grandes fallos de la teoría neoclásica es que, en sus modelos, no tiene en cuenta el dinero y el poder. Sus conclusiones suelen venir de construcciones matemáticas que encajan gracias a asunciones dudosas o directamente falsas. La oferta y la demanda cuadran para dar lugar al precio más justo, y ese es el fin de la historia que permitirá que todos los agentes económicos salgan satisfechos del intercambio. Cualquier intervención distorsionará los precios y, por lo tanto, generará un desenlace desagradable para todos. Es una idea sugerente, limpia y eficaz. Su único fallo es que no tiene en cuenta las relaciones de poder, que en muchas ocasiones son más decisivas que cualquier otro factor. Un mercado en el que una persona concentre toda la producción de trigo ante diez compradores generará precios altos. Esa persona, ante una sequía, probablemente prefiera esperar que lleguen las semanas más duras para vender más caro. De los diez compradores, quizá siete mueran de hambre, y los otros tres tengan que vender la casa para comprar 1 kilo de trigo. Las relaciones de poder han tirado el modelo a la basura, y la realidad ha ido por otra parte –con resultados mortíferos.

Ese es, seguramente, uno de los grandes ausentes en las exposiciones de Lopes. Más partidario de la reforma que del choque, Lopes se opone a la abolición del Franco CFA en 14 países del continente. Considera que debe eliminarse el elemento colonial –la presencia de Francia en las decisiones- pero que la moneda podría servir para conectar las economías que la usan. Una idea noble, pese a que el uso de la misma moneda no ha hecho que el comercio crezca entre los países miembros durante los últimos 50 años. O que la paridad fija con el euro dificulte considerablemente la industrialización. Pese a que es un gran crítico de la teoría neoclásica, y que ha criticado con dureza los planes de ajuste estructural, sus ideas económicas dan por descontada una situación de neutralidad en el terreno de juego. Ningún país ha crecido jamás con una política librecambista, ni siquiera aquellos que ahora vociferan sus virtudes en todos los foros mundiales. Sin embargo, el acuerdo de libre comercio en África considera que países vendedores de materias primas, gracias al comercio interafricano, podrán conseguir cambiar su estructura económica para siempre, acumular capital, invertir en educación, aumentar salarios y salir de la pobreza. Todo ello sin entrar en conflicto abierto con nadie, y en relaciones que beneficiarán a todos los participantes. Ruanda es un país muy pequeño, y gozar de más mercado le permitirá crecer. Kenia es la capital de la industria de pagos a través del móvil. Los africanos tienen millones de móviles en sus bolsillos. El mercado africano es muy importante para Europa. Lanzando esas ideas al público, Lopes comenta que hay líderes que hacen reformas, y hay otros que viven de rentas, pero no menciona en ningún momento las estructuras de poder interesadas en que las cosas funcionen de una manera u otra. Otras preguntas quedan en el aire:

 

¿En qué beneficia a los africanos ser un gran mercado para Europa? ¿No es esa idea la misma que ha funcionado durante siglos, dejando muy poco a las poblaciones locales?

¿Si Mali y Senegal intercambian cacahuetes y algodón, pero siguen importando coches de Europa, Japón o China, cambiará eso su estructura productiva? ¿Paliará eso los déficits comerciales?

La bajada de aranceles a gran escala permitirá ampliar mercados y hacer grandes economías de escala, pero estas requieren una alta inversión en capital. ¿A quién beneficiará más el cambio, a un vendedor de anacardos de Guinea-Bissau o a una gran compañía holandesa que se registre en Marruecos?

 

Ante la cuestión del poder del capital extranjero en el continente, Lopes se limita a comentar que también hay grandes bancos africanos en auge. Como si estos no pudieran imitar el modelo rentista y extractivo de sus homólogos chinos, estadounidenses y europeos. Algunos de sus críticos consideran que el Lopes académico entra en conflicto con el Lopes diplomático. Un economista senegalés con el que hablé antes y después de la reunión lo resumió de una forma más clara: “Creo que Lopes es un buen hombre, pero ahora está en los círculos del poder y eso le obliga a matizar su discurso. Ahora mismo es un diplomático y un vendedor que debe convertir a los compradores”.

Los compradores, sin embargo, se resisten a la conversión. Si quieres conocer a alguien, lo mejor es escuchar qué destaca en sus elogios. En ese sentido, el comentario previo a la intervención de Lopes fue especialmente transparente. El acto en Foment del Treball se celebraba en un edificio abarrotado de alumnos, empresarios, periodistas y académicos. El edificio es historia viva del país: situado en la Vía Laietana, cuenta con cuadros dedicados a todos los presidentes que la patronal catalana ha tenido desde el siglo XIX. Uno de los últimos, Juan Rosell, fue presidente de un fondo de capital riesgo que invertía en la empresa que instaló nuevos dispositivos en la valla de Melilla. Mientras el fondo que presidía invertía en seguridad en la frontera, el propio Rosell dio a entender que la economía española no podía asumir tantos extranjeros. ¿Conflicto de intereses, business as usual o emprendedor del año? La valoración va al gusto del lector. En la introducción a la conferencia de Lopes el secretario general de Foment, David Tornos, fue diáfano cuando dijo que el tratado de libre comercio en África hacía más atractivos los negocios en el continente, y que abarataría los costes de operar allí a “las empresas norteamericanas, europeas y chinas”. Ni rastro de los africanos. La patronal sabe de dónde viene, pero sobre todo hacia dónde va.

(Vilassar de Dalt, 1992) Periodista especializado en economía y relaciones internacionales, con un énfasis especial en el continente africano. Se interesó por el continente a través del fútbol, pero se quedó fascinado definitivamente por la cultura, la política y la economía. En 2015 ganó un premio de la Unión Europea por un artículo, Les altres Europes (Las otras Europas), donde comentaba la relación entre los tratados de pesca UE-Senegal y la migración hacia Europa de los jóvenes senegaleses. Ha colaborado en medios grandes y pequeños, en radio, web y papel, aprovechando siempre cualquier oportunidad para tratar temas relacionados con África. En 2018 ganó el X Premio de Ensayo de la Casa África con "Un grano de cacao", una reflexión sobre la agricultura africana y su rol en la industrialización del continente. Algún día espera poder cubrir una Copa de África de fútbol.

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