Entrevista a la activista Julienne Lusenge

“Todo comienza con la educación recibida en casa”

Este mes de septiembre, el Institut Català Internacional per la Pau otorga el Premio Constructores de Paz 2020 a la activista congoleña Julienne Lusenge por sudefensa de las mujeres víctimas de violencia sexual en la República Democrática del Congo.

Mujer de gran carisma y periodista de profesión, Julienne Lusenge ha crecido en un ambiente familiar donde su padre la alentaba a tener opinión propia. Lusenge, a sus 63 años, ha visto de todo en su larga trayectoria de activista en la República Democrática del Congo. En este país del corazón de África, la violencia contra la mujer se da en todas las esferas ya sean públicas o privadas, en situación de conflicto y en la escuela, en el campo y en la ciudad. Por eso, Lusenge está convencida de que solo se acabará con la violencia de género si todos los actores de la sociedad se comprometen a ello: desde la familia, pasando por la policía y el ejército hasta los grandes magistrados del país.

¿Cómo empieza su compromiso y lucha contra la violencia de género?

Todo empieza a partir de 1997, durante las violencias étnicas en la región de Ituri incitadas por los líderes comunitarios y señores de la guerra. Yo misma me sentí rechazada por otras comunidades étnicas que me habían acogido anteriormente. La espiral de violencia se cebó en las mujeres que empezaron a sufrir abusos sexuales por parte de distintos grupos étnicos. Cada día había más y más testimonios de mujeres que explicaban que habían sido violadas, y decidí pasar a la acción.

Empecé a documentar los relatos de víctimas de violencia sexual y a interpelar a líderes locales, aunque a menudo suponía poner mi vida en riesgo. Los cuerpos de las mujeres se convertían en campos de batalla, sin importar la edad de las víctimas que podía ir de 2 a 80 años. El abuso era tal que muchas de ellas acababan mutiladas, discapacitadas o muertas. Además, las supervivientes sufrían un trauma adicional: el de ser excluidas por sus familias y comunidades. Ninguna de nosotras se libraba de este tipo de situaciones, sentía que ninguna de nosotras estaba a salvo. Crecemos en un entorno donde las armas crepitan todos los días y vemos cómo las mujeres pagamos por las consecuencias de los conflictos y la inseguridad. Me repugna ver cuánto sufren las mujeres en tiempos de guerra, ver cómo son presas potenciales y están expuestas a la violencia sexual que aumenta durante la guerra. Yo misma fui desplazada durante la guerra interétnica en Ituri y conozco el dolor de ser una mujer refugiada en su propio país.

¿Se ha evolucionado en el empoderamiento de la mujer congoleña? ¿Hay un movimiento feminista en la RDC?

Hay una evolución, pero todavía es débil. Y sí, en la RDC hay un movimiento feminista porque la mayoría de los movimientos de mujeres promueven el empoderamiento femenino. Hay iniciativas muy diversas: las que se enfocan en la lucha contra la violencia de género, la salud sexual y reproductiva, la participación política femenina, la paz, el liderazgo de mujeres y niñas… Hay avances en algunas provincias, pero a medida que los esfuerzos se concentran más en el este del país, disminuyen en el oeste y el centro.

Y por otra parte, ¿cómo se puede sensibilizar a los niños y los hombres?

Es importante fomentar actividades de prevención y por eso organizamos debates con líderes locales, hombres y mujeres para explicarles las consecuencias de los actos de los agresores. También hemos iniciado jornadas en zonas rurales donde invitamos a magistrados, víctimas, testigos y agresores para presentar la cuestión de manera holística. Trabajamos en campañas sobre la masculinidad positiva, en donde insistimos a hombres y niños en que tienen un gran papel para construir un mundo igualitario. También hacemos sensibilización en el seno de las familias, ya que al final todo comienza con la educación recibida en casa.

Por otra parte, es necesario transformar el sistema judicial y penal. Debemos asegurar que los condenados acaben la pena y que haya un plan de reeducación de los violadores y asesinos en las prisiones.

Su organización, Solidaridad Femenina para la Paz y el Desarrollo Integral (SOFEPADI), ofrece una ayuda integral a las víctimas. ¿Por qué es importante trabajar de manera holística?

Las víctimas de violencia sexual sufren traumas y conmociones, lo que significa que para ayudarlas debemos brindarles un apoyo tridimensional: apoyo médico, psicológico y legal. Un apoyo parcial no ayudaría como debería: una víctima puede estar curada de las heridas físicas de una violación, pero permanecer traumatizada o psicológica y socialmente débil. Muy a menudo, las víctimas son objeto de burlas, marginación y muchas otras humillaciones: la sociedad las trata como culpables. En algunos casos, la familia de la víctima se avergüenza de ella y la comunidad la señala con el dedo. Como resultado, muchas de ellas necesitan apoyo psicológico y social para su reintegración en la sociedad ya que a menudo se quedan con enfermedades incurables, deformidades o traumatismos.

Además, la violación es un delito punible según la ley congoleña y alivia un poco a la víctima cuando ve que la persona que cometió la violación está siendo castigada por la ley. El violador debe responder por su acto, aunque muchas veces no se hace justicia. Uno de los primeros casos que llevó nuestra organización fue el de la múltiple violación y asesinato de una niña de 2 años. Sus padres, de solo 15 y 17 años, intentaron obtener justicia pero, al ser ellos mismos menores, no pudieron llevar a cabo el procedimiento judicial. Al final, los violadores fueron sentenciados a 15 años, pero con el conflicto de por medio todavía no sé si cumplieron todos los años de condena.

¿Qué consecuencias han tenido la pandemia y el confinamiento sobre las niñas y mujeres?

Con el confinamiento, se han producido efectos negativos para las mujeres. Por una parte, con la interrupción de las clases, muchas niñas han sido expuestas a matrimonios forzados y embarazos no deseados. Por otra parte, al tener que quedarse más en casa, las responsabilidades de las mujeres han aumentado con respecto al cuidado de los niños y la tasa de violencia sexual ha aumentado.

Económicamente, tras el cierre de fronteras, muchas mujeres han visto cómo sus ingresos han caído o incluso han desaparecido y con el cierre de empresas ha bajado el empleo. Por otro lado, muchas mujeres han quedado fuera de la participación y comunicación online, ya que Internet es caro, la conexión es inestable y muchas de ellas no tienen conocimientos de comunicación digital.

¿Es usted optimista en cuanto al futuro de las mujeres en la RDC?

Sí, siempre soy optimista, por eso continúo mi lucha. La situación en mi país cambiará en el futuro. Digamos que nada es estático. Sin embargo, cabe señalar que, para que se produzcan cambios, necesitamos una conciencia común y esto está cambiando poco a poco: cada ciudadano debe sentirse parte del cambio y aportar su grano de arena. Las mujeres de ahora hablan y reclaman sus derechos y cada vez hay más organizaciones que trabajan por el cambio social. Obviamente, las multinacionales deben dejar de proporcionar armas a los grupos armados y que nuestros dirigentes políticos se comprometan a trabajar por la paz. Nosotras seguiremos sensibilizando a la comunidad nacional e internacional para que se apliquen acciones concretas para la mejora de los derechos humanos en mi país.

(Barcelona, 1987) Soy graduada en Relaciones Internacionales. No recuerdo el dia que empecé a interesarme por cuestiones africanas, pero creo que la culpa la tiene un mapa de África que estaba colgado en casa de mis padres. Allí empezó el gusanillo y cada dia aprendía el nombre de un país o una ciudad diferentes. He pasado por distintas universidades y ONGs, siempre con hambre de viajar y acumular experiencias nuevas. Algún dia estudiaré un doctorado, siempre que la maternidad me deje un poco de tiempo.

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