Caídas de figuras presidenciales en Argelia y Sudán

Los “dinosaurios” comienzan a extinguirse

Omar al-Bashir y Abdelaziz Buteflika ya son historia en Sudán y Argelia. Las revueltas populares se han cargado 30 años de régimen del primero y 20 del segundo y ahora millones de jóvenes verán por primera vez otra cara como jefe de estado. A la espera de ver si el fin del régimen es real o si el ejército y los afines de ambos presidentes consiguen perpetrarse en el poder, la salida de ambos dictadores es un nuevo paso positivo en un continente plagado de dinosaurios cleptocráticos que pretenden aferrarse hasta su muerte a costa del pueblo.

 

La tendencia en este sentido es positiva en África. Hasta hace dos años, entre los 25 jefes de estado más longevos del mundo se encontraban 16 africanos. En los últimos años seis de ellos han abandonado el poder, bien forzados por el pueblo, como Al-Bashir, Buteflika, Compaoré o Kabila, bien obligados por el ejército, como Robert Mugabe en Zimbabue, o por motu propio, como Jose Eduardo Dos Santos en Angola. Sin embargo, no conviene lanzar las campanas al vuelo ya que todavía 6 de los 10 presidentes más longevos son africanos. Una lista que lidera el camerunés Paul Biya, que tras 43 años en el poder acaba de renovar su liderazgo en otras elecciones manipuladas.

Cabe analizar por tanto qué ocurre para que estas figuras consigan mantenerse en el poder durante tanto tiempo. Hay tres razones principales que lo explican: su pasado como héroes militares de independencia; la falta de incentivos en forma de pensiones para dejar el poder y, por último, la incapacidad de organización de una oposición efectiva.

 

Razones para mantenerse en el poder

La lucha guerrillera de muchos de estos líderes les genera legimitidad en el poder, al ser una especie de mártires en vida. Es el caso, por ejemplo, de Paul Kagame, quien luchó desde el exterior contra el gobierno hutu que cometió el genocidio en 1994. También es el caso de todos los presidentes hasta la fecha en el sur de África, donde los antiguos movimientos de liberación siguen en el poder con la legitimidad de haber acabado con el apartheid y el dominio extranjero.

 

Otro de los motivos por los que los presidentes se agarran al poder es la falta de seguridad más allá del sillón presidencial. El poder significa tenerlo todo y fuera de él no tienes nada. Así como en varios países occidentales los ex presidentes reciben una pensión —hasta un 80% del salario presidencial en España y un 50% en Reino Unido, por ejemplo— en África no existe tal sistema. Sin embargo, tanto Mugabe como Dos Santos consiguieron en su retirada asegurarse una jubilación dorada que les permita vivir en paz en su propio país. El primero pactó con el ejército mantener una mansión de 5.000 metros cuadrados, personal y un cheque de 10 millones de dólares mientras que el segundo aceptó no presentarse a las elecciones tras conseguir una pensión correspondiente al 90% de su salario como presidente e inmunidad legal para toda su familia.

La idea de ofrecer inmunidad legal y una pensión de por vida a ciertos presidentes dictatoriales es controversial, ya que muchos de ellos han cometido crímenes contra la humanidad que deberían ser juzgados. Sin embargo, algunos expertos apuntan que esta podría ser una manera de apartar del poder a dichas figuras y comenzar la regeneración democrática.

Finalmente, otro de los grandes motivos por los que estos señores guerrilleros consiguen mantenerse en el poder es la fragmentación y debilidad de una oposición incapaz de plantar batalla a regímenes de un partido fuerte y extendido por todo el país. Los opositores no cuentan con los recursos ni el apoyo suficiente. A ello se le añade la concepción del poder como lugar para el enriquecimiento propio, lo que genera divisiones dentro de la oposición en una carrera por hacerse con el bote del gobierno. Sin embargo, una oposición unida con un programa de gobierno alternativo puede conseguir el cambio, como ocurrió en Kenia en 2002 cuando Mwai Kibaki aunó a los partidos opositores y consiguió la primera transición pacífica entre partidos.

 

Límites a los mandatos presidenciales

En Argelia el régimen de Buteflika ha llegado a su fin con unas protestas que comenzaron tras hacerse pública su intención de presentarse a un quinto periplo presidencial a sus 82 años. Los argelinos pedían masivamente en las calles una renovación. Un 75% de los africanos está a favor de limitar a un presidente a un máximo de dos mandatos, según una encuesta de Afrobarometer. La limitación de mandatos se ha presentado como una de las demandas más populares en África para avanzar en la democracia y permitir cada cierto tiempo la regeneración. Esta medida se ha demostrado que tiene una serie de beneficios, pero no siempre funciona, como analizo en el estudio Presidential Term Limits and Democratic Development in Sub-Saharan Africa para el Navarra Center for International Development.

 

Hay tres principales motivos en favor de limitar el mandato presidencial. El primero es que ningún país africano en el que el presidente lleva más de diez años en el poder es considerado un país libre y democrático. Guinea Ecuatorial, Camerún, Uganda, Chad, Eritrea, Sudán y Congo son todos considerados regímenes autoritarios según el índice de democracia de The Economist. El segundo motivo es que la limitación de mandatos suele traer consigo paz y estabilidad. Países como Somalia, Sudán del Sur, Congo o Camerún que nunca han establecido un control al presidente o lo han revertido se encuentran en conflicto, mientras que en aquellos donde sí existen y se respetan los límites presidenciales la probabilidad de conflicto es menor.

 

Por último, a favor de la limitación de los mandatos presidenciales está que favorecen la alternación de partidos, lo cual ayuda a regenerar el sistema y avanzar en la democracia. El 93% de los presidentes que se presentó a re-elección ganó los comicios, pero cuando es un sucesor del mismo partido tan sólo gana en un 52% de la ocasiones. El control de las instituciones que da estar en el poder hace casi imposible la alternancia, pero cuando un partido en el gobierno se ve obligado a elegir a otro candidato afloran las divisiones internas, debe distanciarse de su predecesor y tiene menos poder para ejercer la represión sobre el pueblo, lo que abre el horizonte a la oposición.

A pesar de todo, esta medida de control a dos mandatos para los presidentes es solo una herramienta, pero no garantiza automáticamente que un país se convierta en democrático. Hay casos como el de Tanzania y Mozambique en el que existe y se respeta el límite de mandatos pero que aún así gobiernan con una dictadura el mismo partido desde la independencia. También se da el caso de países como Sudáfrica, Namibia y Botsuana donde la limitación de mandatos no ha generado alternancia de partidos en el poder, pero eso no ha impedido unos niveles altos de democracia. Además, a todo ello se le suma el factor que exprimen líderes como el ugandés Yoweri Museveni, que asegura que es una medida antidemocrática e impuesta por Occidente, principalmente por Estados Unidos, ya que en Europa pocos son los países que tienen tales límites.

Con todo, parece que la idea de morir en el poder de muchos líderes africanos se acerca a su fin. Con unas sociedades cada vez más jóvenes, con las que el bagaje histórico de liberación no sirve, que cada vez tienen menos miedo y más ganas de una democracia real, los “dinosaurios” políticos en África ven de cerca su extinción. El establecimiento de un límite a dos mandatos presidenciales es una medida apoyada por la mayoría de la población y puede ser correcta para avanzar en la democratización del continente. Sin embargo, los movimientos de regeneración no se pueden quedar en implementar una simple herramienta que puede ser revertida, si no que deben luchar por conseguir un sistema transparente y democrático con controles y equilibrios al poder del presidente.

 

Autor: David Soler Crespo, es investigador junior del Navarra Center for International Development, centro de investigación del Instituto Cultura y Sociedad de la Universidad de Navarra y editor de África Mundi.

 

Foto de portada:  United Nations Photo

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